Tus ojos serán silencio o El recuerdo como antesala de la muerte
Por Carlos Martín Briceño Campeche siempre ha estado presente en mi vida. Recuerdo, nada más con evocar el nombre de esta ciudad amurallada, los viajes familiares en automóvil desde Mérida, por la carretera vieja: las ruinas mayas de Edzná que, de repente, aparecían imponentes a lo lejos, como perdidas entre el perene verdor de la selva baja yucateca; las voces recias de los vendedores bekaleños cuando, detenido el automóvil a causa de los topes, se amontonaban junto a las ventanillas para ofrecernos aquellos albos sombreros de jipijapa. Recuerdo, también, el sabor naranjoso del pan de Pomuch al deshacerse suavemente en mi boca de niño y la sensación de peligro que nos invadía a los tripulantes al momento de llegar a