Hace algunos años, Michel Gove, secretario de Educación de Reino Unido, afirmó que los niños de 11 años deberían de leer 50 libros al año para mejorar sus niveles de alfabetización. Lo anterior, sacando cuentas, quiere decir, más o menos, un libro por semana. El periódico británico The Independent, haciendo eco a esta declaración, solicitó inmediatamente a tres de los principales autores ingleses de literatura infantil y a dos expertos más seleccionar individualmente diez títulos imprescindibles. La lista, según cuenta Javi Sánchez, un articulista de la revista G.Q, tras unir las sugerencias de los cinco convocados, “quedó conformada por una variopinta lista de libros encabezada por 1984, de George Orwell, y en la que caben también las trilogías de Los Juegos del Hambre (puesto 36) y El Señor de los Anillos (19), Juegos de tronos (puesto 76) o los cómics de V de Vendetta de Alan Moore y Dave Lloyd (empatados en el puesto 73 con La campana de cristal de Sylvia Plath) y El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde). Una lista en la que no está William Shakespeare…”. Ni James Joyce, agregaría yo, pero en la que sí están El señor de las moscas, El diario de Greg, La isla del tesoro o El curioso incidente del perro a medianoche, libros que, además de estar bien narrados, son irreverentes y divertidos.
Cuento lo anterior porque cuando terminé de leer la antología Atrapadas en la escuela imaginé que, en la remotísima posibilidad de que nuestro flamante secretario de Educación, Aurelio Nuño, planteara lo mismo, y que algún periódico de cierta trayectoria –El Universal, por ejemplo– se animara a convocar a cinco expertos mexicanos para elaborar una lista de la misma naturaleza, indiscutiblemente, Atrapadas en la escuela, la antología de cuentos que hoy nos ocupa, debería de encabezar la cincuentena azteca.
Nacido a raíz de una iniciativa de Mónica Lavín, maestra del género breve, este libro reúne una docena de historias que, como su nombre lo sugiere, transcurren o tienen que ver con la vida en la escuela. “Cuando le pedí a mis colegas –escritoras mexicanas que admiro– un cuento que correspondiera a los años de secundaria, a esa adolescencia temprana, compleja y maravillosa, respondieron con entusiasmo y confianza”, dice Mónica Lavín, en el prólogo de la antología.
Y es, precisamente, esa mezcla de entusiasmo y confianza, lo que encandila al lector desde la primera historia, “Mariana de doce a trece”, de Ethel Krauze, el diario de una adolescente que, merced a la voluntad de sus hormonas, cambia de parecer tanto como de ropa interior. Mariana lee a Béquer, besa al espejo, se enferma de amor, se encierra en el baño…, una actitud completamente natural cuando se tienen 13 años pero que los psicoanalistas de hoy probablemente hubieran calificado de bipolar.
Un brillante monólogo interior constituye el segundo cuento, “Atrapada sin salida”, de María Luisa Puga. Cito: “Yo sé que a la escuela nos mandan para que las mamás puedan estar libres un rato y para que limpien la casa. Aquí nadie nos viene a enseñar nada. Vienen a ganar su sueldo, igual que las mujeres que van a limpiar sus casas”. Pero más allá de la técnica, “Atrapada sin salida” es un relato que traza con verdadera maestría ese terrible desamparo que embarga al ser humano al enfrentarse de sopetón con la muerte.
Y tratándose de plumas femeninas y de la escuela secundaria, no podía faltar alguno que se refiriera a ese momento de todas tan temido: la primera menstruación. ¿Quién no recuerda con horror y compasión, la emblemática escena de Carrie, aquella película dirigida en los años setenta por Brian de Palma, donde Sissy Spacek se “hace señorita” en las duchas del gimnasio, delante de todas sus compañeras de la high school? Aquí, en cambio, en su cuento “Un día tan esperado”, Nuria Armengol, no obstante que pone también a su protagonista en una situación límite, se las ingenia para resolver con sagacidad la historia y, de paso, desentrañar buena parte de las invenciones que se le han endilgado a la menarquía.
“María”, de Verónica Murguía, es el cuento número cuatro en la lista. Especialista en el medioveo, ese período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV, Verónica apuesta por una historia mágica, plena de intriga y deseo, entre María y su maestro, y que transcurre, precisamente, en la Edad Media.
El quinto cuento, “La señorita Ortega”, de Ana García Bergua, me remontó a mi época de la preparatoria, cuando estuve enamorado perdidamente de la maestra de literatura, una mujer de ojos grises cuya sonrisa me hacía recordar a Silvia Kristel. ¿Cómo olvidarla cuando recitaba con su melodiosa voz a Garcilaso para explicarnos qué era el epíteto? “Fugito sol/ Manso viento/ Ásperas montañas/ Solícita abeja”. Pues bien, en este cuento, el protagonista es capaz de hacer hasta lo imposible por la señorita Ortega, aunque esto le signifique caer en el peor de los ridículos.
“14 de Febrero”, el cuento número 6, otro de mis favoritos, lo escribió Mónica Lavín, la antologadora. Es una deliciosa historia de complicidades adolescentes, de traiciones no planeadas, de amistades perdurables. Rock and roll, sándwiches de paté y rojos corazones de papel ambientan la fiesta de San Valentín donde transcurre todo. Con una prosa sencilla pero precisa, Mónica cuenta una historia ideal para acercar a la lectura a esos jóvenes de trece años que, como ella misma dice, aún están buscando su lugar en el mundo.
Anamari Gomís y Edmée Pardo, escritoras de primer orden, aunque con estilos muy diferentes, se sirven de sus historias, “La portada del Sargento Pimienta” y “Graduación”, para introducir en esta antología dos temas tradicionalmente polémicos: drogas y alcohol. Pero no se crea que estamos ante cuentos “moralizantes”; todo lo contrario, son relatos duros, intensos, llenos de minifaldas y música, donde los más importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.
“Una mañana de abril”, de Beatriz Espejo, merece una mención especial. Aquí la autora nos regala una historia cargada de erotismo donde la protagonista, una estudiante aspirante a hija de María, descubre el poder de la seducción. Un maestro comedido, una pupila consciente de sus atributos y un novio rico conforman el triángulo sobre el cual se irá tejiendo el texto.
La tragedia de Columbine, High School, que en 1999 dejó 15 muertos y 24 heridos, es recordada en Atrapadas en la escuela por Bertha Hiriart en su cuento “Corresponsal de guerra”. Una aspirante a periodista, a través de las páginas de su diario, cuenta cómo estos hechos marcaron para siempre el destino de los sobrevivientes.
Cito: “Siempre creí que la guerra estaba lejos y que yo tendría que viajar para cumplir mi sueño de ser corresponsal, pero este año la guerra llegó a Smalltown y aterrizó justo en el patio de mi escuela.”
Dejo para el final un par de relatos que se salen un tanto de la línea del resto: “Los laberintos del sueño”, de Alejandra Rangel y “Había una vez”, de Rosina Conde.
El primero es un cuento fantástico donde se mezclan los hechos reales con el lenguaje de la computadora; el segundo una historia donde una alumna y su maestra mantienen un tête à tête delante del resto del grupo cuando la primera intenta contar en voz alta un relato que escribió para una tarea escolar. La tensión es evidente en las dos historias y cumplen con el precepto de todo buen cuento: mantener la expectativa y atrapar al lector desde el principio.
Pero volviendo a Gove y a Nuño, debo decir que libros como Atrapadas en la escuela nos recuerdan que la promoción de la lectura, si bien es cierto que se origina en los hogares, es una tarea que el Estado que no debe dejar de lado. Los jóvenes mexicanos sí leen, las estadísticas los confirman. Leen libros amenos, atrapantes, divertidos, interesantes, intensos, memorables, irreverentes y bien escritos que puedan competir abiertamente con Internet, los juegos de video, el Facebook y demás linduras. Atrapadas en la escuela, no obstante que ha transcurrido una veintena de años desde su primera publicación, sigue siendo una apuesta segura: una antología verdaderamente seductora.
(Texto leído en el marco de la Feria Internacional de la Lectura, de Yucatán 2016, durante de la presentación del libro Atrapadas en la escuela, antología de Mónica Lavín publicada y reeditada por Selector (2015). Estuvieron en la mesa de presentación Mónica Lavín, Ana García Bergua y Carlos Martín Briceño)
El texto fue publicado en la Revista de la Universidad de México, Número 147, Mayo del años 2016; páginas 92-93