
Carlos Martín Briceño o breve repaso desde la cantera
Por Jorge Daniel Ferrera Montalvo Conocí a Carlos Martín Briceño, hace más de cuatro años, en una sala pequeña y reservada de la facultad de antropología. Por aquellas fechas, yo había decidido estudiar literatura y Carlos-supongo- amablemente accedía a prestar sus servicios, impartiéndonos un taller de creación literaria. Lo primero que me llamó la atención fue su atuendo de maniquí y su acento ligeramente cubano. Traía unos pantalones caquis, acompañados de unos zapatos marrón, de puntas ovaladas, y una guayabera blanca que le confería un extraño dejo de altivez a su labio inferior caído. Tomó asiento y, con la frescura habitual que le otorgan los años de oficio, se obstinó a presentar sus credenciales: bueno, mi nombre es Carlos, ya me