
Carlos Martín Briceño, el Reino de la desesperanza | Por Ana García Bergua
Hay pequeñas concesiones que aprendemos a hacer desde niños: concesiones a los más fuertes, a los que abusan, que a la larga son también trucos para sobrevivir. De esas pequeñas concesiones se van desprendiendo otras que van moldeando la vida y a la vez corroyéndola poco a poco. De esta corrosión tratan los relatos de El reino de la desesperanza, de Carlos Martín Briceño. Analizadas con microscopio y cortadas con bisturí, estas pequeñas historias de las que seguramente muchos tenemos testimonio, dan cuenta del momento frágil en el que la confianza y la felicidad de la niñez, el amor, el matrimonio, o las relaciones familiares se desvían hacia algo triste, sucio y hasta siniestro; un quiebre apenas perceptible o un infierno