
La sed según la ley
Fue como si la incertidumbre por pandemia hubiera dado una tregua. El moderno supermercado donde me esquilman cada quince días el salario, estaba repleto. Largas y tensas colas se formaron en las líneas de caja. La gente, olvidada la machacona orden de guardar sana distancia, recorría como en hormiguero el pasillo de vinos y licores, escogiendo bebidas sin dejar de mirar nerviosamente la hora en sus relojes y teléfonos celulares: faltaban menos de cincuenta minutos para que dieran las diez de la noche, vencimiento del plazo fatal. Cierto que la mayoría había llegado con cubre bocas, pero su frenesí los obligaba a estar más cerca unos de otros de lo que dictaba el sentido común. Incluso algunos se decidieron simultáneamente