De la vasta piel: escenas de la vida privada
De la vasta piel, la antología personal de Carlos Martín Briceño, me hace pensar en Balzac. Balzac y su desmesura, Balzac y su ambición literaria. A fuerza de mucha cafeína y de tener que pagar las deudas cotidianas, Balzac plasmó en una monumental y numerosa obra lo que él denominó, en contraposición a Dante, no la Divina Comedia sino la Comedia Humana, novelas y cuentos donde las miserias y grandezas de lo que somos o no somos pudieran ser traducidas a palabras, a historias que motivaran nuestro interés, nuestra compasión, nuestras ganas de seguir leyendo los avatares e infortunios de personajes como Eugenia Grandet, Lucién de Rubempré o Papá Goriot. Rodin, quien fue su mejor biógrafo, esculpió a Balzac casi