
La novia de Houdini o los ilusionistas de la palabra
Fue hace doce años, en la ciudad de Mérida, en una sesión del célebre, y ahora en receso, taller literario del Centro Yucateco de Escritores, donde conocí a Juan José Rodríguez. Jorge Lara, coordinador de aquel taller, que a decir de Rosa Beltrán “agrupaba a un conjunto de poetas y narradores talentosos, con mucha maña y mala leche”, solía invitar, eventualmente, a artistas valiosos para confrontar el nivel alcanzado por sus miembros. Y Juan José, que en aquel tiempo, gracias al FONCA y al Instituto de Cultura de Yucatán, estaba haciendo una residencia artística en esta calurosa ciudad, era un ejemplo idóneo. Para entonces, Rodríguez, no obstante su juventud, era ya considerado por la crítica especializada, como un