
Persistencia de lo vivo | Por Carlos Martín Briceño
Muerte, palabra que quema los labios para los habitantes de Nueva York, París y Londres, apunta Octavio Paz en el ensayo Todos Santos, Día de Muertos, de su libro El Laberinto de la Soledad. En contraste, continúa el poeta, “el mexicano la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. (En los primeros días de noviembre, casualmente, abundan en la península de Yucatán evidencias de la fervorosa continuidad de los ritos funerarios precolombinos, como los de Janal Pixán).