comentario

Apuntes y otras digresiones

La sustancia de los sueños

Mis hijos difícilmente sabrán con certeza quien fue Lela Oxkutzcaba. Tampoco llamarán a ninguno de sus amigos con los motes del Chereque o Totoyo.  Ahora menos que el creador de estos personajes ya no está entre nosotros.      Los llevé  –claro que lo hice – alguna vez al teatro Pedrito.  Hará unos tres años y daban, si mal no recuerdo, la obra “Pizot y la Ninia Amaría”. Era la reinauguración (una de tantas) del recinto y el sitio estaba totalmente lleno – más de adultos que de niños, debo decirlo – que se desternillaban de la risa con las ocurrencias de los títeres.  Mi mujer,  quien siempre comentó orgullosa que su primera oportunidad como actriz se la brindó Don Wilberth

Leer más »
comentario

Agradecimiento al culpable

                 Para A.M., en sus 70 años de vida Fue gracias a (o por culpa de) Agustín Monsreal que decidí incursionar en el sinuoso camino del cuento. Iba a cumplir 30 años y aún no había publicado absolutamente nada cuando me inscribí en el taller de narrativa que el maestro impartió en Mérida en el año de 1997.  Cada fin de mes, Agustín “hacía viaje” (como decimos los yucatecos) desde la capital para escuchar y comentar pacientemente los textos de los que, entonces, aspirábamos a hacer literatura de nuestra cotidianidad. Roberto Azcorra, Carmen Simón, Reyna Echeverría, Carolina Luna, Lourdes Cabrera, Jorge Lara, Celia Pedrero y otros cuyos nombres se me escapan a la

Leer más »
comentario

Los motivos de Angélica

Cuando mi padre decidió construir su casa en el norte de la ciudad, lo primero que hizo fue buscar  el apoyo de un ingeniero civil. Nunca pasó por su mente preguntar por un arquitecto. Corrían los años setenta y en aquel entonces la mayoría de los meridanos consideraba una pérdida de dinero contratar los servicios de estos profesionales. Los arquitectos, decía mi padre, solo sirven para incrementar los costos. En cierto sentido era entendible que la nueva clase media de una ciudad que comenzaba a equipararse a las grandes urbes de la nación, desconociera la labor de estos profesionistas. No había en Mérida más que una escuela de arquitectura recién fundada (enla entonces Universidadde Yucatán) y pocos se animaban a

Leer más »
comentario

Los parámetros de la modernidad

Por lo menos dos veces al día paso en mi automóvil frente a glorieta de la Prolongación Paseo de Montejo, allí donde se pretende construir el polémico “paso deprimido” que, dicen, agilizaría la vialidad de la ciudad. Este cruce de avenidas, que resulta imprescindible para dirigirse al oriente o al centro de Mérida cuando uno viene del norte, alberga una fuente modernista que con el paso de los años, se ha convertido en uno de los monumentos emblemáticos de la Prolongación del Paseo de Montejo. Nunca, a decir verdad, me había preocupado mucho por el tiempo que tardo en cruzar ante esta fuente, acaso porque al amparo del aire acondicionado y las voces de la radio, dos, tres o cuatro

Leer más »
comentario

Shakira y la salvaje urbanización

Mientras que en otras ciudades del mundo se aprueban leyes severas que castigan, con elevadas multas, a quienes corten o dañen los árboles, en Mérida, una de las urbes con las temperaturas más altas de la república, parecemos empecinados en acabar con estos pulmones de la ciudad,  hogar de infinidad de especies de pájaros de la región.       En el afán de generar empleos y fomentar el desarrollo de la industria de la construcción, el Ayuntamiento aprueba con suma facilidad a las constructoras toda clase de desarrollos inmobiliarios, sin exigir que cumplan con los requerimientos mínimos de áreas verdes que prevalecen en cualquier metrópoli del primer mundo.        Con solo darse una vuelta por las afueras de Mérida, uno se

Leer más »
comentario

Vargas, caricaturista supremo

No crecí, como muchos niños de mi generación, leyendo solamente historietas del Pato Donald. Por fortuna, y gracias a un par de tías solteras primas de mi padre, conocí a la mítica Familia Burrón: cada domingo, semana tras semana, solíamos visitar a mis parientas –las García – en la casona donde vivían, frente al parque de San Juan. Nada más entrar, lo primero que hacíamos mi hermano y yo era correr a las habitaciones en busca del cómic que, por lo regular, lo hallábamos debajo de las hamacas, junto con alguna fotonovela, el Teleguía o la no menos legendaria, Lágrimas y risas de editorial Vid. Entonces, por medio de un “wan-quen-pon”, acordábamos quien sería el primero en enterarse de los

Leer más »