flamboyan-1

Los parámetros de la modernidad

Por lo menos dos veces al día paso en mi automóvil frente a glorieta de la Prolongación Paseo de Montejo, allí donde se pretende construir el polémico “paso deprimido” que, dicen, agilizaría la vialidad de la ciudad.

Este cruce de avenidas, que resulta imprescindible para dirigirse al oriente o al centro de Mérida cuando uno viene del norte, alberga una fuente modernista que con el paso de los años, se ha convertido en uno de los monumentos emblemáticos de la Prolongación del Paseo de Montejo.

Nunca, a decir verdad, me había preocupado mucho por el tiempo que tardo en cruzar ante esta fuente, acaso porque al amparo del aire acondicionado y las voces de la radio, dos, tres o cuatro minutos transcurren casi de manera imperceptible.

En lo que sí me he fijado es en los añejos y orgullosos árboles que expanden sus ramas alrededor de esta glorieta como si pretendieran recuperar el mundo que alguna vez fuera suyo. En el tramo del circuito colonias que va de la fuente de la Paz a la calle 60, los flamboyanes y las lluvias de oro del camellón forman un espectacular techo colorido que es de admirarse. Y en el estacionamiento del restaurante Burguer King, hay un par de viejos algarrobos que prodigan sombra a buena parte de los automóviles de los comensales. Pese a lo anterior, y a las continuas temperaturas arriba de los 40 grados que ya son cosa común en nuestra capital, bajo el argumento de “inscribirnos en la modernidad”, nuestras autoridades han decidido convertir esta zona arbolada en una plancha de concreto.

¿Necesitamos realmente los meridanos una obra de este tipo? ¿Vale la pena invertir tanto dinero en algo que únicamente ayudará a ahorrarse unos minutos de espera a los automovilistas? Si la respuesta es afirmativa, ¿esto es lo que nuestro Ayuntamiento entiende por modernidad? Bajo mi punto de vista, y como lo han declarado las dirigentes de la organización “Mérida Verde”, pareciera que el departamento de Obras Públicas va en sentido contrario a la humanización urbana de la ciudad.

Si el problema es la excesiva flota vehicular, ¿no deberíamos primero pensar en diseñar un transporte público de primer nivel que incluya, por ejemplo, un tranvía que atraviese la ciudad sobre la antigua línea de ferrocarril, en lugar de cambiar la fisonomía de la capital yucateca tan drásticamente? Ya lo dijo Antonio Peniche Gallareta, presidente del Colegio Yucateco de Arquitectos: es más sencillo y barato construir aceras amplias, hacer pasos peatonales para que la gente camine en forma segura y construir ciclopistas que edificar nuevas infraestructuras viales.

La arquitectura, leo en una conferencia pronunciada en el Instituto de Londres en 1881, es el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas. Abarca y considera todo el ambiente físico que rodea la vida humana: no podemos sustraernos de ella mientras formemos parte de la civilización.

Ciento treinta años después, la definición sigue siendo válida. Lo primordial, que duda cabe, es la necesidad humana. No obstante, el reto en el siglo XXI radica en modificar el ambiente construyendo una infraestructura vanguardista pero respetuosa de la naturaleza; una infraestructura que privilegie lo verde por encima del acero, pues, como bien declaró Julie Hoover, vicepresidenta de “Mérida verde”, en reciente entrevista al Diario, “El mundo moderno, no se mide por el tamaño de las estructuras sino por la calidad del ambiente, las áreas verdes y el uso del transporte público”.

Por lo pronto, en tanto no comiencen a destruir la zona aledaña a esta glorieta, cada vez que cruce frente a ella, seguiré disfrutando de la vista colorida de los árboles que la rodean. Alguien dijo que en cuanto empiecen las obras los trasladarán al parque zoológico Animaya. Notable ocurrencia. Veamos cuántos de ellos sobreviven.

Compartir esta publicación