
Mucbilpollos | Por Carlos Martín Briceño
Había que pelar a mano las vainas de espelón tierno, revolver a conciencia la masa con manteca de cerdo y sal, limpiar perfectamente las hojas de plátano con un trapo húmedo, cocinar el pollo y el puerco con achiote y especias, preparar el kool para el relleno…, un arduo trabajo a seis manos que yo miraba desde lejos porque la cocina, sobre todo en los últimos días de octubre, cuando se juntaban mi madre y mis tías para preparar los mucbilpollos, se convertía en un territorio vedado para los niños, un reducto de la casa donde el alimento para los difuntos se transformaba en felicidad.