
Novelar lo imposible | Por Carlos Martín Briceño
Que la realidad siempre supera la ficción es un lugar común. Baste para constatarlo los horrores recién descubiertos en el centro de exterminio del cártel de Jalisco en Teuchitlán. Campos de entrenamiento, hornos crematorios, restos humanos, zapatos de los presuntos sacrificados. ¿Puede alguien imaginar algo más atroz? Pero la buena literatura, esa que se nutre de la realidad pero a su vez la distorsiona, en ocasiones encuentra en la narrativa campo fértil para desarrollar historias terribles que permiten invocar las virtudes liberadoras de la ficción.