Saberes del sabor | Por Ana Clavel
El placer del saber comienza con los labios. ¿Por dónde si no nos entra el mundo si desde el principio somos bocas que se beben la constelación del pecho materno? Curioso que el “saber” de sabor y el “saber” de conocer compartan en nuestra lengua sonidos y resonancias. Como sucede en la comunión eucarística en que somos una suerte de caníbales “espirituales” al devorar al Hijo del Hombre consagrado en vino y pan. O la mítica manzana de Adán y Eva, proveniente del Árbol del Conocimiento.