Sobre ‘La muerte del ruiseñor’ y ‘De la vasta piel’, los libros más recientes del autor yucateco.
La muerte del Ruiseñor, de Carlos Martín Briceño (Mérida, Yucatán, 1966), es la biografía novelada de Augusto Alejandro Guty Cárdenas, célebre músico y compositor yucateco que perdió la vida de manera trágica a los 26 años, mientras se encontraba en un bar del Centro Histórico de la Ciudad de México. El intérprete de temas como “Nunca”, “Para olvidarte” y “Ojos tristes” perdió la vida mientras departía con un grupo de amigos al interior del célebre Salón Bach, ubicado en la calle de Madero número 32, el 5 de abril de 1932. A partir de ese acontecimiento, Martín Briceño hace una retrospectiva de la vida de esta figura de la trova yucateca, en la que el lector va conociendo un poco más sobre su familia y sus comienzos en la música, tanto a nivel nacional como internacional. El escritor se dio a la tarea de investigar todo acerca de su famoso paisano, pero mientras consultaba libros sobre el tema, revisaba documentos, cancioneros y se entrevistaba con especialistas, falleció su padre, hecho que lo sacudió fuertemente, así que aprovechó este trabajo literario para expresar algunas preocupaciones personales.
Martín Briceño ya había demostrado sus dotes como autor de cuentos, género con el que comenzó su carrera y en el que ya cuenta con una decena de libros, y por los que ha recibido premios en México y el extranjero. Comenzó escribiendo relatos breves y minificciones que aparecerían en Al final de la vigilia, bajo el sello de la editorial Dante. La SEP compró este libro que para que fuera de lectura obligatoria en Yucatán, Campeche y Quintana Roo, a través de su programa Libros del Rincón. Luego comenzó a meter cuentos a concursos como el premio Beatriz Espejo, referencia para los cuentistas de México. Después obtuvo una mención honorífica en el certamen San Luis Potosí, hasta que finalmente ganó el Max Aub, considerado el Nobel del Cuento, por “Montezuma’s revenge”, un relato que ha aparecido en múltiples antologías.
De entre su bibliografía destacan dos títulos recientes: ‘Montezuma’s revenge’ y otros deleites (2016) y De la vasta piel. Antología personal (2017), ambos aparecidos en la editorial Ficticia. En una de sus visitas a la capital de la República Mexicana, pues trabaja y radica con su familia en Mérida, Yucatán, concertamos una cita con Carlos Martín Briceño en la librería Educal de la Biblioteca Vasconcelos, donde nos habló sobre sus libros y la literatura.
— ¿Cómo diste forma a tu itinerario de lecturas?
—Siempre fui un lector tenaz, un lector devoto de un libro a la semana. Hasta la fecha sigo leyendo novela, poesía, cuento, crónica, ensayo. Mi encuentro con la literatura fue una de esas cosas que te suceden en la vida, cuando piensas: ‘si alguien me hizo sentir de esa manera a través de las letras, yo quiero hacer lo mismo con otras personas’. El libro que me despertó las ganas de querer ser escritor fue La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Yo era muy joven, tenía como 14 años cuando lo leí y pensé: ‘algún día voy a ser escritor’, aunque no me inscribí en una carrera de letras ni nada por el estilo. Irónicamente, estudié administración. En realidad me formé en Mérida. Soy un escritor tardío, porque empecé a escribir a los 30 años. Todo comenzó un buen día cuando abrí un periódico en Mérida que decía: “taller de Agustín Monsreal”, quien es yucateco y radica en la Ciudad de México, pero daba un taller cada 15 días, de viernes a domingo en el centro estatal de Bellas Artes de Mérida. Cuando me conoció me dijo: “oye, ¿tú de dónde saliste?, ¿por qué sabes tanto?” Yo le respondí: “no, Agustín, no sé nada, sólo soy un lector”. A lo cual comentó: “ya quisieran muchos haber leído lo que has leído tú…”.
—Has dicho que Rafael Ramírez Heredia fue una de tus grandes influencias. ¿Cómo lo conociste?
—Tuve la suerte de conocer a Rafael Ramírez Heredia El Rayo Macoy, cuentista y novelista espléndido, quien daba talleres en todo México, le gustaba ayudar a la gente que tenía futuro. Poco antes de morir me dijo: “Carlos, quiero que publiques en México, te voy a acercar con algunas editoriales con las que tengo conexión, para que les mandes tus libros y si les gustan, pues adelante”. Afortunadamente, en Ficticia publicaron Los mártires del freeway y otros relatos, que fue mi primer libro con ellos. Siguió Caída libre también con ellos, después cuando obtengo el Max Aub, por “Montezuma’s revenge”, lo junté con otros cuentos nuevos para hacer ‘Montezuma’s revenge’ y otros deleites. Hasta que llegamos a De la vasta piel. Antología personal con 29 de mis mejores cuentos y un prólogo de Mónica Lavín.
— ¿Cómo se ha desarrollado la literatura del sureste mexicano?
—Me entristece que no se dé a conocer la literatura regional. Hice Sureste. Antología de cuento contemporáneo de la península (2017) porque quiero dar a conocer a mis amigos, a mis contemporáneos que escriben desde Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Esta antología no sólo tiene autores poco conocidos, también figuran Beatriz Espejo, Héctor Aguilar Camín, Hernán Lara Zavala y Agustín Monsreal. Traté de poner figuras conocidas con otras no tan conocidas. Por ejemplo, hay un escritor fabuloso que se llama Carlos Vadillo Buenfil, campechano, que tiene tres premios en España, el Max Aub entre ellos. También sé que lo que se escribe en el sureste de México no es tan atractivo para las editoriales porque los escritores del sureste escribimos para adentro; mucho pensamiento interno, mucho monólogo interior, mucho sentimiento de lo que estamos viviendo. No en balde el sureste tiene los más altos índices de alcoholismo y de suicidio a nivel nacional, porque la gente todo se lo guarda, no lo externa, como en el centro y en el norte, donde por cierto cuando alguien se molesta saca una pistola y te dispara dos balazos, y esto le encanta a los editores porque las novelas y cuentos que se escriben allá, empiezan con esto, con una intervención de la policía en el narco, con el descubrimiento de un cadáver, con un tipo que entró en un bar y baleó a otro porque le quitó a la mujer. Todo esto es muy atractivo para contar y hacer historias. Con esto no quiero decir que no sea atractivo lo otro, pero es menos factible que un editor tomé la novela de un hombre que intenta suicidarse, por ejemplo: que llega a su casa, que está triste y sabe que su mujer le pone el cuerno, pero no le reclama porque entonces qué va a ser de sus hijos. Son historias más intimistas.
José A. Rogerio Girón – Periodista y redactor de Correo del Libro