El escritor Carlos Martín Briceño, quien estuvo acompañado de la promotora cultural Leonor Quijada Franco, presentó el libro Cocina yucateca. Crónicas de infancia y recetas de mi madre, en el vestíbulo de El Colegio de Sinaloa, el pasado viernes 14 de noviembre, dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro Culiacán en su tercera edición.
Cocina yucateca. Crónicas de infancia y recetas de mi madre de Martín Briceño es una obra que no sólo recoge la tradición culinaria de la península de Yucatán, sino que se adentra en los pliegues más profundos de la memoria, esa que se moldea con el sabor y el calor de la cocina familiar. En su prosa, el escritor teje recuerdos con los hilos del gusto, dando vida a un relato donde la comida se convierte en una especie de lenguaje sentimental, capaz de expresar lo que las palabras no alcanzan.
A través de las recetas que su madre le transmitió, Briceño no sólo nos ofrece un catálogo gastronómico, sino que nos invita a sentir, a revivir los aromas que perfuman las tardes de infancia y a saborear la textura de los días pasados. Cada guiso, cada salsa, cada postre es un acto de amor, una caricia que atraviesa generaciones, una enseñanza sin prisa, casi como una forma de enseñar a vivir.
Las crónicas de su infancia se entrelazan con los olores de la cocina, ese espacio sagrado donde el calor del comal y el chisporroteo del aceite se mezclan con las risas y las conversaciones de la familia. Los recuerdos de Briceño no son meros episodios del pasado; son la clave para entender cómo la cocina se convierte en un refugio emocional, una forma de construir identidad, de generar memoria, de educar el alma.
Por su parte, Leonor Quijada expresó sentirse profundamente identificada con la obra y que, sin duda, considera este libro como aquel ejemplar que muchos desearían escribir alguna vez. Señaló que, independientemente de saber o no redactar, existe ese anhelo íntimo de sentarse con las madres para repasar y recordar las recetas familiares, mientras se despierta la imaginación del escritor y se evocan los momentos vividos con los padres en los domingos de la infancia.
Más adelante, la promotora cultural dirigió al autor una pregunta clave: ¿a qué edad descubrió su gusto por la comida yucateca, por la comida de su madre? En respuesta, Carlos Martín explicó que el libro nació durante la pandemia, una etapa en la que observó a su madre atravesar una profunda tristeza, como tantas otras personas. Recordó que por entonces él publicaba algunas recetas en El Universal, lo que llevó a que le solicitaran más.
Fue en ese momento cuando Martín Briceño le propuso a su madre crear el libro juntos; le pidió que ella se encargara de escribir las recetas, mientras él elaboraría una crónica para cada plato.
El autor señaló que, si bien no existe una línea argumental estricta que las unifique, todas las crónicas se enlazan con su infancia. Describió la obra como una “autobiografía a través de la comida” y evocó la referencia a Marcel Proust, quien aseguraba que una simple magdalena podía despertar el recuerdo de un libro de dos mil páginas.
De igual forma, afirmó que este proceso le permitió reconectar con su propia niñez, pero también buscó que cualquier lector, sin importar su lugar en el mundo, pudiera comprender cómo la comida tiene la capacidad de llevarnos de vuelta a nuestros orígenes, a esa infancia que solemos asociar con la mejor etapa de la vida.
El originario de Yucatán comentó que no quiso escribir un libro intelectual, erudito, sino uno que caminara más cerca del lector, más cerca de sus latidos. Porque la comida, igual que la música, es un puente hacia el pasado: “basta escuchar una canción y dejar que el cuerpo la baile junto a quien amamos para que algo antiguo despierte y la imaginación se despliegue. Con la comida ocurre lo mismo, un aroma basta para llevarnos lejos, sin buscarlo siquiera; son los sentidos quienes abren la puerta y nos devuelven, suavemente, a lo que fuimos”, así lo expresó el autor invitado.
Texto publicado en el portal del colegio de Sinaloa el 14 de noviembre 2026