Los relatos que integran El reino de la desesperanza (Lectorum 2024), sexto volumen de cuentos del yucateco Carlos Martín Briceño, se desarrollan en contextos íntimos familiares del sureste mexicano. “La familia siempre ha fascinado a los escritores”, apunta Pierre Lemaitre, escritor francés. “Es una representación en miniatura de la sociedad global”. Y es precisamente en este espacio donde se genera la mayoría de los conflictos de pareja y las tensiones entre padres e hijos que el autor convierte en cuentos, en relatos que bucean las profundidades de sus personajes –hombres en su mayoría– que no son sino seres humanos comunes y corrientes, citadinos, sin ninguna particularidad o extravagancia.
El propósito es reflejar la realidad de manera fiel en ambientes reconocibles –el hogar, la escuela, el barrio, la ciudad natal, la casa de los parientes– y resaltar el egoísmo o debilidad de carácter que suelen habitar el alma humana. El pensamiento dominante de los protagonistas es de perfil machista, pero cuestiona el lugar común de que el poderoso siempre se sale con la suya.
El libro, dividido en tres apartados, consta de dieciséis cuentos, dos de ellos con sabor a crónica. Debido a que están distribuidos de manera lineal en el tiempo y a que algunos de los personajes presentan traumas similares, se puede pensar que reflejan la evolución hacia la vejez de una misma persona. El origen de estas historias no nace de circunstancias agradables o de preguntas que esperan respuesta, sino de heridas que aún no cierran.
En Los territorios de la pubertad, primera parte del volumen, encontramos el cuento “Caballeriza”, donde Pablo, un hombre adulto, narra el intento de violación que sufrió de niño, cincuenta años atrás, en la cabelleriza de la ruinosa casa de playa de su abuela durante una comida familiar. “Desagravio”, otro relato, retrata a un escritor inseguro que, siendo adulto, parapetado tras la fachada de su éxito literario y la belleza de una esposa joven, tiene un encuentro inesperado con el chico hostigador que lo hizo vivir una escuela primaria de pesadilla. “Mala lección y Conjura” describen a adolescentes inmaduros durante su turba iniciación sexual. Las parejas que eligen resultan ser tan inapropiadas que los hechos culminan en desenlaces ominosos donde los personajes más débiles llevan las de perder.
El estilo de Martín Briceño es directo, claro, con ciertos toques de malicia. Su pluma apunta con libertad a una clase media desprevenida que ignora estar en la mira del autor. Esta forma de narrar sobria, minimalista e introspectiva parece surgir de un lugar íntimo donde el mismo autor entra en comunión con su obra y en la que se advierten claras influencias de voces masculinas consagradas, tales como la del sudafricano J. M. Coetzee o el peruano Mario Vargas Llosa.
Si pensamos en las historias como esferas de intensidades en donde chocan las consciencias, los protagonistas de El reino de la desesperanza se enfrentan entre ellos, sucumben a fuerzas abusivas, se infligen daños unos a otros y representan a una sociedad que ha perdido su transparencia o que la ha camuflado detrás de una grisácea máscara de normalidad.
Los relatos contenidos en A merced del desengaño, segunda sección del libro,tratan de personajes inmersos en conflictos relacionados con la mediana edad. Como la mujer de “Bodas de Plata” que ha estado veinticinco años insatisfecha en su matrimonio y que, de pronto, decide probar experiencias nuevas. O como la protagonista de “Hidden Valley Lake”, que a punto de cumplir cuarenta, trata de huir de una vida rutinaria y cae rendida ante la peligrosa seducción de un extranjero.
Finalmente, en Lo que no se dice del ocaso, tercera parte de la colección, el autorexplora la ancianidad. Aunque estoy segura de que lo último que buscan estos cuentos es dar lecciones de ética, hay que reconocer que generan en el lector preguntas y reflexiones íntimas. Resalto “La amabilidad de los extraños”, mi preferido. Con una afiladísima pluma, Carlos Martín Briceño dibuja las complicaciones que embargan a los hijos cuando tienen que cuidar a sus progenitores mayores. En unas cuantas líneas, el autor describe el abandono de los viejos en hogares de paga, las pocas ocasiones en que son visitados, la terquedad y el sufrimiento de los ancianos al verse obligados a dejar sus casas. El desgarrador final hace eco de su título: una extraña termina siendo más amable con el viejo que su propio hijo.
Situándola en un contexto más amplio, puedo decir que la obra literaria de Carlos Martín Briceño se inscribe en la rama de la literatura realista y que aprovecha el legado de grandes escritores que lo han influenciado. De John Cheever toma prestada la maestría para retratar con harta malicia la vida de las clases medias altas; de Antón Chéjov, la naturalidad para describir la psicología de sus personajes; de Clarice Lispector, esa obsesión por explorar los sentimientos profundos de los protagonistas; de José Emilio Pacheco, su obcecación por incluir en sus relatos temas relacionados con la muerte y la desigualdad social; de Raymond Carver, la devoción por el realismo sucio; de Alice Munroe, la habilidad para condensar en pocas páginas experiencias emocionales complejas.
Con una narrativa firme y madura, Carlos Martín Briceño nos entrega El reino de la desesperanza, quizá su mejor libro de cuentos publicado hasta ahora.
Texto publicado en el portal de Neotraba, el 17 de junio del 2025
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