Que la realidad siempre supera la ficción es un lugar común. Baste para constatarlo los horrores recién descubiertos en el centro de exterminio del cártel de Jalisco en Teuchitlán. Campos de entrenamiento, hornos crematorios, restos humanos, zapatos de los presuntos sacrificados. ¿Puede alguien imaginar algo más atroz?
Pero la buena literatura, esa que se nutre de la realidad pero a su vez la distorsiona, en ocasiones encuentra en la narrativa campo fértil para desarrollar historias terribles que permiten invocar las virtudes liberadoras de la ficción.
Nostalgia de la sombra (Ediciones Era/Fondo Editorial de Nuevo León 2025) navega dentro de esos parámetros: una historia oscura ¾acaso real, acaso ficticia¾ que reinventa hechos de sangre y nos los devuelve de manera sublime, casi poética, convertidos en lo que algunos críticos recelosos han dado en llamar glorificación de la violencia.
Aunque a primera vista se nos presenta como una novela negra arquetípica, lo que menos importa es la intriga que se esconde detrás de los crímenes. Aquí lo que resulta relevante son las reflexiones del asesino que el narrador omnisciente entrevera, a lo largo de trescientos treinta páginas, con minuciosas descripciones del ambiente donde se desarrollan los hechos: una vieja cantina en Ciudad de México, una habitación en el último piso del Hotel Ancira de Monterrey, un vertedero de basura cercano a la central de abastos en la capital de Nuevo León, la solitaria carretera que atraviesa el desierto rumbo a Laredo, una tenebrosa cárcel mexicana atiborrada de sicarios y narcotraficantes.
“Nada como matar a un hombre. La frase resuena en las paredes de su cráneo y Ramiro reconoce bajo la piel un ligero aumento en la temperatura sanguínea. Es la única manera de saber que valió la pena venir a este mundo”
Con esa perturbadora frase abre Eduardo Antonio Parra esta desesperanzadora historia. Y desde ese instante, gracias a la crudeza de los hechos y a sus cinematográficas imágenes, resulta imposible abandonar la lectura.
¿Por qué matar satisface tanto a Ramiro Mendoza Elizondo?
¿Qué lo motivó a abandonar a su familia y a renunciar a su trabajo como periodista para convertirse en un asesino a sueldo?
¿Qué lo lleva a creer que conoce a Maricruz Escobedo, la guapa ejecutiva de bolsa que le han asignado como último “encargo” en su ciudad natal?
Cuentista consumado, Parra maneja a profundidad la técnica del relato corto. Por eso inicia y cierra los once capítulos que integran Nostalgia de la sombra con la misma intensidad con que lo haría en un cuento; aunque, hay que decirlo, maliciosamente deja también cabos sueltos para acrecentar el misterio y reforzar los hilos del entramado narrativo, de tal forma que el lector siempre sienta estar frente a la panorámica que brinda la novela.
Nostalgia de la sombra es también un homenaje a la Sultana del Norte, una carta de amor-odio a esa urbe industrial donde Eduardo Antonio Parra creció y se formó como escritor y a la que vuelve con regularidad, tanto física como literariamente a través de sus historias.
“¿Monterrey dormido? Para nada. Finge descansar, pero en sus cimientos, en sus cloacas, en sus subterráneos se revuelve más despierto que nunca. Te conozco pinche ciudad. Aparentas calma y sosiego cuando te agitas por debajo del pavimento, detrás de las paredes chillas y das brincos y te hundes, oscureces a tus habitantes y los encoges en tanto tú te dilatas con el fin de llegar a todas partes a devorar inocentes y desprevenidos”
Durante la novela, Eduardo Antonio Parra hace énfasis en el carácter atormentado de su protagonista. Ramiro sueña o recuerda constantemente hechos que le permiten referir historias complementarias que, en ocasiones, resultan tan sórdidas como las principales. Los asesinatos “casuales” que lleva a cabo en el vertedero de basura o en las cercanías del lecho seco del río Santa Catarina, no desmerecen en crueldad frente a la fatal pelea que sostiene contra el gigantesco Cóster en la penitenciaría fronteriza o contra los guardaespaldas de Maricruz Escobedo en la escena final, sin regatear detalle.
A principios de este siglo se hablaba insistentemente de narco literatura. Las mesas de novedades rebosaban de novelas relacionadas con el tema. Cinco lustros después, el narco parece haber quedado rezagado ante otros argumentos más actuales, como aquellos que se refieren a la emancipación femenina. Y no es que la violencia por el crimen organizado haya disminuido, pero cada vez resulta más complicado fabular una realidad que forma parte de nuestros días. Las crónicas y reportajes han sustituido a la ficción.
No obstante, Parra, sin ceder a las modas, insiste. A través de sus letras se une a las voces que impiden que se normalice esta violencia. Allí está también Laberinto (Random House 2019) que le valió el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada en 2020, novela inspirada en los trágicos hechos ocurridos en el pueblo de Allende, Coahuila, donde dos bandas enemigas se enfrentaron con armas de grueso calibre matando a los pobladores y destruyendo todo a su paso.
En alguno de sus ensayos Milán Kundera afirmó que una buena novela no es más que una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios. Veintitrés años después de su lanzamiento Nostalgia de la sombra, ópera prima novelística de un autor que se ha ganado a pulso un sitio destacado en las letras mexicanas, constituye un notable ejemplo que lo confirma.
Texto publicado en el portal Literal: Voces latinoamericanas