Es fácil enamorarse de Cristina Velasco, la protagonista de Tonada de un viejo amor (Planeta 2023), una joven de diecinueve años, de cuerpo prodigioso, pechos y nalgas redondos, pelo rubio y rizado y cintura reducida. Cristina, además, es diferente al resto de las mujeres de su familia. No está dispuesta a respetar los convencionalismos sociales de su época. Su belleza y arrojo, por consiguiente, despiertan envidia entre las mujeres y deseo entre los hombres de San Lorenzo, un pueblo ficticio ubicado en el norte de México, en los años cuarenta y en el que los Velasco, miembros de una rancia burguesía que se resiste a subirse al carro de la modernidad, son los productores más importantes de vino.
Por ello, no resulta extraño que el tío Carlos, hermano menor del padre de Cristina, un atractivo soltero de treinta y tantos años, se enamore de ella, estableciendo una relación que se consuma las tardes de los jueves en el cuarto de las herramientas, junto a las caballerizas de la hacienda.
“Una vieja silla de palo era el lugar donde Carlos se sentaba después que uno a otro se desnudaban con furia y Cristina a horcajadas se ensartaba aquel pene lustroso, el único que ella conocía, el único que ella deseaba, porque deseo y amor era lo mismo. Carlos que había probado mujeres a capricho, nunca antes había sentido un placer tan acusado, una erección tan prolongada, una secreción tan abundante como la que le sobrevenía mientras las nalgas blancas y redondas de Cristina se apoyaban en sus ingles”.
Con ese tono natural y desinhibido, que por momentos recuerda el que usaba D. H Lawrence en algunos pasajes de El Amante de Lady Chatterley, Mónica Lavín nos regala una de las mejores novelas eróticas publicadas en México en los últimos años.
“Me encanta la fuerza de lo amoroso, también entiendo que el amor es un torrente que está bien que llegue al agua profunda, pero hay que haberlo saboreado antes para llegar a esa conclusión”, dice la autora en una entrevista al hablar de este libro que, a veinticinco años de su primera edición, como los buenos vinos que beben sus protagonistas, se lee cada vez mejor.
La música también juega un papel importante en Tonada de un viejo amor. Son varias las escenas que permanecen largo tiempo en la mente de los lectores gracias a las melodías que flotan en el ambiente. “Bésame mucho”, “Solamente una vez” y “Ain´t mishbehavin”, sólo por mencionar algunas, forman parte de la banda sonora de esta novela altamente cinematográfica que alguna vez me encantaría ver adaptada para la televisión o el cine.
Dividida en dos, Tonada de un viejo amor juega a crear un clima inhóspito para Cristina, sobre todo en la segunda parte, cuando regresa a San Lorenzo acompañada de Doug, un jazzista que le exorciza el recuerdo de Carlos y al que se liga una noche de juerga en un bar bohemio de Texas.
“Fue todo un silencioso arrebato, un sofocarse los gemidos, un beberse las bocas, un tragarse la saliva, un desvestirse frenético. Doug le mordía los hombros y el cuello, perfilando el contorno de esa blancura tersa; Cristina temblaba, excitada, mientras sentía el sexo erguido de Doug sobre su vientre”.
Tonada de un viejo amor es la novela con la que Mónica Lavín, como diría Agustín Monsreal, “le fue por primera vez infiel al cuento”, género en el que la autora había cosechado ya numerosos reconocimientos. Quizás por eso en algunos momentos, todavía tiene el aliento preciso y tenso del cuento y varios capítulos se disfrutan y recuerdan por separado con tanta emoción. La escena del encuentro sexual de Carlos y Cristina en el baño, las conversaciones sanadoras de Cristina con su tía Beatriz en sus visitas a la Ciudad de México y el capítulo que se refiere al accidente de Carlos, bien podrían aparecer por separado en un libro de relatos sin que el lector echara de menos el resto del argumento.
Novela sobre la imposibilidad de la pareja Tonada de un viejo amor está hoy más vigente que nunca. Como Marguerite Duras o Almudena Grandes en su momento, Mónica Lavín lanzó al mundo hace cinco lustros esta historia que lleva implícita la emancipación de la mujer y el derecho a defender su amor por encima de las reglas establecidas por la sociedad. Y aunque el final es desesperanzador, es una novela que cala, desborda sensualidad y reivindica la figura femenina a través del erotismo: una metáfora del amor en todas sus dimensiones.
Texto publicado en el suplemento cultural La Gualdra de La Jornada Zacatecas el 17 de junio de 2024
Enlace: https://ljz.mx/18/06/2024/la-imposibilidad-del-amor/