Un libro a cuatro manos, familiar, que combina nostalgia, historia y literatura con alusiones a Marcel Proust y James Joyce, entre otros, es “Cocina yucateca, crónicas de infancia y cocina de mi madre”, de Carlos Martín Briceño.
Es un libro totalmente diferente a todo lo que ha escrito el cuentista. Contiene crónicas y recetas de los más emblemáticos guisos y postres yucatecos en un homenaje a su madre María del Carmen Briceño y a su tía Ligia Martín García.
“La cocina tradicional se ha ido perdiendo, se ha vuelto gourmet. Antes, en todas las casas, madres y abuelas cocinaban sin saber que estaban haciendo guisos con toda una tradición y bagaje cultural”, indica Carlos.
Varios de los textos del libro los leyó Carlos en los congresos de UC Mexicanistas y las reacciones de los participantes, sus comentarios, lo animaron a reunirlos en un libro.
El libro tiene las recetas de cada platillo y la nostalgia de niño de su autor por estos guisos; se divide en Huevos y antojitos, Del mar, Del diario Para celebrar, Acompañamientos y salsas, y Postres. Son treinta recetas, las más importantes emocionalmente para su autor.
Entre otras crónicas está la del chocolomo y cómo Carlos Martín probó la sangre de todo de niño, en Hoctún.
“Los hombres bebían la sangre del toro recién sacrificiado en las corridas porque les daba potencia sexual y a los niños nos daban un trago. Ya no encuentras chocolomo en ningún lado más que en los mercados, al igual que el mondongo”.
El alcaparrado es otro de los guisos que incluye el libro que ya casi no se elaboran, pese a sus ricas influencias culturales.
“Es uno de los libros que he hecho con más gusto, las recetas las puede hacer cualquiera, no son complicadas”, dice Carlos.
El queso relleno y los pulpos en su tinta son sus recetas favoritas, al igual que lo era el mondongo Ministro, que dejó de serlo cuando supo que era el estómago de la vaca y no pescado. “Hay muchas citas literarias en el libro, por ejemplo, a Leopold Blum, del Ulises de Joyce, que comía con deleite órganos de bestias y aves y peculiarmente los riñones de cordero a la parrilla que le daban a su paladar un sutil de orina levemente olorosa”.
Texto publicado originalmente en la sección «Imagen» del Diario de Yucatán el 4 de marzo del 2024
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