Dos libros de Carlos Martín Briceño | Por Raúl Gasque Sansores

Hay algo obvio que voy a escribir. Hay un autor en Yucatán que ha marcado esta generación de una forma muy particular. Su nombre es Carlos Martín Briceño. En esta ocasión me gustaría escribir sobre dos libros que son complementarios para entender la psique del autor y que al mismo tiempo son antítesis del uno y del otro.

Comenzaré con la novela de Carlos, “La muerte del Ruiseñor”. Esta novela autobiográfica me pareció destacable porque ahí encontré gestos de Carlos que no había leído en sus cuentos. Especialmente la ternura. En la novela podemos ver dos historias que se entrelazan entre el autor y el personaje. El autor—Carlos— nos lleva de la mano a través de un viaje íntimo, sincero, honesto y desnudo. En la historia del personaje que corresponde a Guty Cárdenas—Tótem y Héroe de La Música Vernácula Yucateca que ha trascendido fronteras y generaciones—la historia es menos personal. Es más cinematográfica. Carlos respeta al autor y no lo maltrata. Carlos parece poner una vela junto a él cuando escribe y no deja rastro de ningún tipo de mezquindad. El espíritu de Guty transcurre de forma fluida y alegre hacia lo que sabemos será su trágica y premura muerte. En el caso de la historia del verdadero antihéroe, no es uno, sino dos. Un padre y un hijo que viven juntos el ocaso de una vida. Una despedida. Ahí, Carlos nos va relatando porqué un músico que vivió hace cien años es tan importante para él. Los accidentes, los acercamientos, la incomprensión, pero también la hermosa solidaridad que encuentra—de su esposa—abren los caminos de algo muy bello que ha hecho. Nuevamente fue como quitarse las ropas enfrente de las páginas y decir “sí, este soy yo”. Y así es esto. Con sus bellezas y contraposiciones. Con sus lágrimas y risas. Carlos, en este libro, nos narra Yucatán como hasta ahora sigue siendo. Con un sol que abraza. Nos hace tener calor, pero también que derrama inspiración para aquellos que quieren ver y leer más de lo que la coyuntura de piedra de laja arroja a rajatabla.

En el texto, el padre de Carlos y él mismo se van amalgamando con la historia de Guty. Y con el paso del tiempo van quedando en una especie de síntesis que hace dudar a quien lo lee. ¿Quién es el ruiseñor? ¿Guty? ¿El padre de Carlos? ¿O una parte de Carlos? Al final, vemos cómo el autor termina desahogado. En plena catarsis de escribir y decir cosas que tenía que desahogar. Y ahí han quedado. En papel. No tiene sangre, porque es quizá lo único que le hace falta.

En contrasentido está el libro “Toda felicidad nos cuesta muertos”. En este libro, Carlos hace lo que sus lectores hemos presenciado y que nos gusta de Carlos. Ese ritmo fulminante con sabor a óxido, que no para, que lleva, masacra y termina uno sintiendo ahí como un personaje de sus historias. Lleno de baches e imperfecciones, de pensamientos que no son confesables ni al terapeuta, de mezquindad, de filo, pero de repente también con un giro que hace que esos personajes desdeñables y nefastos se conviertan en antihéroes por ser tan humanos. En el cuento “Montezuma’s Revenge”, Carlos nos comparte una historia que probablemente no haya encontrado paralelos. Describe perfectamente la psique de una situación. Ahí, la historia es como una lata que se va chicoleando poco a poco y que sabemos va a estallar, pero no sabemos cómo ni cuándo. Nos lleva, no hay víctimas aparentes al principio. Todos son unos desaforados. En un sentido lineal, no sabemos por qué estamos leyendo la historia de estos tipos tan nefastos. Pero Carlos se ha encargado de meternos en una historia en la que racionalmente no nos gustaría, pero ni saber el principio. El cuento crece, crece y de repente un clímax en un cuento lleno de clímax estalla, ya que estamos completamente embarrados de lo que Carlos quería que nos embarremos. Después de varias servilletas y baños metafóricos podemos sentir que nuestro pulso va bajando. Y vamos recuperando la cordura para decir: ¡Qué buen cuento he leído! El cabrón de Carlos nos llevó y acabamos, sin exagerar, como después del más íntimo de nuestros clímax. El cuento es ejemplo perfecto de lo no anticlimático. Un cuento que, como diría Cortázar, tumba de un golpe de gancho al frente. Cada uno de los cuentos de esta antología es así. Va macheteando hasta entrar en la inmensidad de la selva de nuestro subconsciente para confirmar que valió la pena.

Es así como termino esta reseña de doble partida. Un poco de palabras para reconocer en Carlos no únicamente el autor en el que se ha convertido, sino también en esa sinceridad por dar a su voz una frontalidad inaudita, arriesgada, peligrosa, extremadamente sincera y, por lo tanto, valiente.

Texto publicado originalmente en el portal Estamos Aquí MX el 2 de junio del año 2023

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