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La noche de las reinas. Frivolidad y violencia | Por Carlos Martín Briceño

Fue en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado cuando los concursos de belleza alcanzaron su apogeo en México. Era tal su popularidad que las familias solían reunirse en torno al televisor para presenciarlos.

Evoco con especial nostalgia el certamen Miss Universo que se celebró en el Centro Internacional de Convenciones de Acapulco el 24 de julio de 1978, aquél donde la yucateca Alba Margarita Cervera Lavat alcanzó a colocarse entre las doce semifinalistas y en el que a la postre, resultó vencedora la sudafricana Margaret Gardiner. Imposible olvidar el rostro de decepción de mis padres, tíos y primos cuando el conductor no incluyó a nuestra coterránea en el quinteto finalista.

Cuento lo anterior a propósito de La noche de las reinas (Alfaguara, 2025), el libro más reciente del coahuilense Vicente Alfonso, un trepidante relato que transcurre en 24 horas —equivalentes a igual número de capítulos—, precisamente alrededor de aquel memorable evento, pero que su autor sitúa en el Teatro Ángela Peralta de Mazatlán para conveniencia de su historia.

Novela polifónica contada a través de cuatro de sus personajes principales —la candidata de Sudáfrica ansiosa por obtener la corona, un periodista de la revista Proceso asombrosamente parecido al escritor hidalguense Ricardo Garibay, un gobernador de lo más corrupto desesperado por llevarse a la cama a una de las concursantes y una valiente exguerrillera decidida a consumar una añorada venganza— La noche de las reinas sorprende por la vitalidad de su lenguaje y el detalle de sus descripciones que transportan al lector a esos tiempos aciagos en que los gobernadores en México acostumbraban hacer y deshacer en sus entidades lo que se les viniera en gana, con el beneplácito del presidente en turno.

Por eso no es de extrañar que en esta historia el gobernador de Sinaloa al que apodan el “Tiburón de Escuinapa”, atienda los asuntos de su Estado mientras nada en una piscina y escucha cantar a “Los filosos” corridos norteños y boleros de Álvaro Carrillo.

Y mucho menos que durante el desarrollo del concurso ejerza descaradamente todo su poder para manipular a los medios de comunicación y ocultar un atentado en su contra que pudo haberle costado la vida, con tal de que el certamen no se detenga.

Al igual que en La sangre desconocida (Alfaguara, 2023), novela anterior de Vicente Alfonso, en esta nueva entrega resulta difícil distinguir cuánto de veracidad hay en los hechos narrados. Y si bien es cierto que en Sinaloa en la década del setenta del siglo anterior hubo un movimiento revolucionario estudiantil denominado “Los enfermos” que mantuvo en jaque a las autoridades, también es verdad nunca llegaron a secuestrar al gobernante en turno, tal como sucedió en el estado de Guerrero con Rubén Figueroa, quien fue raptado en 1974 por los integrantes del Partido de los Pobres que encabezaba Lucio Cabañas.

La noche de las reinas no es una novela histórica”, aclara el autor en una entrevista, “sino una ficción que parte de un hecho real para explorar lo que pudo estar latiendo debajo”.

Y es justo aquello que “late debajo” lo que da vida a este relato plagado de hechos que la historia oficial se esmera en ocultar, pero que bien pudieron haber ocurrido durante ese oscuro periodo de México que tanto apasiona a Vicente Alfonso denominado “la guerra sucia”, una etapa que desde hace varios años el autor ha decido recuperar a través de la ficción, pero sin sacrificar la verdad fundamental: que el estado utilizó tácticas de terror para silenciar cualquier acto de disidencia.

En lo personal, de La noche de las reinas me atrapó sobremanera la historia del periodista Jacinto Garay, émulo, ya lo he dicho, de Ricardo Garibay. Al igual que el autor de Las glorias del Púas, Garay también fuma cigarrillos Lucky Strike, escribió una crónica sobre un boxeador en decadencia y ha sido amenazado de muerte por el gobernador por causa de sus desafíos al poder. “No te voy a mentir: me siento defraudado. Eres de los que muerden la mano que les da de comer”, le espeta en uno de los capítulos el político al periodista. ¿Cómo no asociarlo con las amenazas que recibió Ricardo Garibay por parte de Rubén Figueroa cuando el escritor publicó Acapulco, aquel libro donde desvelaba los problemas sociales del famoso puerto?

Narrada en tercera persona a través de los ojos de sus personajes principales, la novela avanza sin descanso, pero sin entregar sus secretos fácilmente. La trama central que gira alrededor del certamen de belleza que acontece en el Teatro Ángela Peralta se fortalece con una serie de subtramas, igual de intensas, que mantienen en vilo al lector. Gracias a su prosa vigorosa es posible leer esta novela como un cuento largo, “de una sentada”.

La noche de las reinas, cuarta novela de Vicente Alfonso, nos recuerda que en muchas ocasiones frivolidad y violencia van de la mano.

 

Texto publicado en el suplemento La Gualdra del periódico La Jornada de Zacatecas

Enlace: https://ljz.mx/16/10/2025/la-noche-de-las-reinas-frivolidad-y-violencia/

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