Hay pequeñas concesiones que aprendemos a hacer desde niños: concesiones a los más fuertes, a los que abusan, que a la larga son también trucos para sobrevivir. De esas pequeñas concesiones se van desprendiendo otras que van moldeando la vida y a la vez corroyéndola poco a poco. De esta corrosión tratan los relatos de El reino de la desesperanza, de Carlos Martín Briceño. Analizadas con microscopio y cortadas con bisturí, estas pequeñas historias de las que seguramente muchos tenemos testimonio, dan cuenta del momento frágil en el que la confianza y la felicidad de la niñez, el amor, el matrimonio, o las relaciones familiares se desvían hacia algo triste, sucio y hasta siniestro; un quiebre apenas perceptible o un infierno de días y días que se desvela ante nosotros sin que nadie pueda hacer nada para remediarlo, ni siquiera el lector que avanza presa de la impotencia.
El libro está dividido en tres secciones o libros que corresponden a tres etapas de la vida, de la niñez a la ancianidad. Los títulos de estas secciones son más que elocuentes: “Los territorios de la pubertad”, “A merced del desengaño” y “Lo que no se dice del ocaso”, señalando la edad de los personajes y las situaciones por las que pasan, tan a menudo compartidas por muchos de nosotros. Situadas la gran mayoría en el sureste mexicano, aunque en ellas encontramos personajes de otras latitudes, estas historias retratan asimismo el estrecho margen de los prejuicios, la presión social y la represión sexual que se podrían considerar hasta cierto punto superadas, pero en la realidad y en la mayor parte de las vidas no es así. El hombre que se encuentra con el bully de la infancia y no lo puede enfrentar, la mujer que vive un matrimonio asfixiante en Estados Unidos porque cree que, con todo, es la mejor opción, el viejo que trata de rebelarse al destino que los hijos y él mismo le han deparado, entre muchos otros, son protagonistas de dramas que casi siempre ponen de manifiesto el abuso de poder cuya posibilidad subyace en toda relación y que siempre se puede llevar a los extremos más crueles si el otro va cediendo un poco. En ese sentido, El reino de la desesperanza es un retrato descarnado de nuestra condición animal de cazadores y presas.
El tono que logra la escritura de Carlos Martín Briceño, navegante ya muy curtido y premiado en los mares de la escritura y en especial del cuento, este género tan difícil, es el del velo cotidiano que todo justifica y devora hasta normalizar los comportamientos más odiosos. Su prosa matiza y modula el drama de manera que pasamos del interior de un personaje al de otro sin darnos cuenta, poniendo de relieve las luchas interiores que les cuesta cada decisión. Estos personajes son en su mayoría seres sometidos o testigos horrorizados de la sumisión de otros; en ese sentido, el último de los relatos, “Usheret”, es brutal. Asimismo, las pequeñas urgencias corporales que los asaltan y someten son incorporadas a la trama con gran habilidad por el narrador, que no vacila en desvelar toda clase de debilidades, la fragilidad y la fiereza del animal que somos.
Más que lectores, Carlos Martín Briceño nos convierte en testigos de la desolación que produce la conformidad con lo abusivo o lo injusto, el acomodo a lo que llamaríamos “lo menos peor” y que a la larga devasta vidas enteras. El reino de la desesperanza es por ello un libro hasta cierto punto aleccionador, sin menoscabo de sus grandes virtudes narrativas y estilísticas. Un libro que nos deja rumiando desesperanzas días y días.
Texto publicado en el portal Literal Magazine, el 2 de mayo del 2025
Enlace: Carlos Martín Briceño, El reino de la desesperanza. – Literal Magazine