He leído todos o casi todos los libros de Carlos Martín Briceño, y sin temor a equivocarme, él último: “Crónicas de infancia y recetas de mí madre”, es el más sabroso. Y no estoy demeritando al cuento sobre la crónica, simplemente me refiero al gozo de disfrutar y saborear cada página en el contexto mejor cocinado, con la sazón propia del autor.
Carlos nos demuestra cómo cuando una persona se encuentra a sí misma a través de las letras y ha trabajado en un estilo propio, puede capturar la realidad y cristalizar cualquier acontecimiento, desde el más cotidiano y aparentemente insignificante, hasta el más escandaloso.
“Crónicas de infancia y recetas de mí madre” no sólo es un libro de cocina. Yo diría que eso es lo último que es. A la obra se le puede ver desde distintos ángulos y en cualquiera de ellos hace una aportación importante a la cultura. En sus 175 páginas de 23 guisos, postres y lo que él llama acompañamientos y salsas, logra entrelazar con singular maestría, la historia, las diferentes culturas que conforman la cocina yucateca hasta nuestros días (ya que la drástica llegada de gente a nuestro Estado está produciendo un cambio sin precedente) con la literatura.
Alguien mencionó que, después del lenguaje, la identificación de una cultura se puede hacer a través de la descripción de lo que se come y cómo se prepara. En este sentido, la aportación de Carlos Martín no termina ahí, sino que más bien empieza, da pie a la crónica. La cuál considero es la parte que enriquece aún más la obra y termina de volverla total. El autor recupera su pasado, desde aquellos añorados años de su niñez en el barrio de Santiago, su adolescencia en el fraccionamiento Jardines de Mérida, con visitas a casa de sus tíos y compras en el mercado de la colonia Miguel Alemán, hasta los valientes tristes últimos momentos en la vida de su padre.
Sin embargo, no todo son esos ayeres, sino que hace gala del mejor trabajo como historiador al investigar el origen y nombre de algunos platillos, como es el caso de los “Huevos motuleños”. Nos sienta a la mesa con personalidades como Carlos Pellicer, Torres Bodet, el gran maestro de Henríquez Hureña, el mismo Felipe Carrillo Puerto, o a degustar un rico mondongo con el gran Jorge Luis Borges, entre otros faros de la cultura universal que degustan la comida yucateca.
Carlos Martín se dio a la hoy “común” tarea de la entrevista, pero difícil cuando se realiza con el rigor, habilidad y paciencia del mejor antropólogo. Así buscó, investigó, esperó y cazó a personalidades como Valerio Buenfil y María José Siqueff, entre otras que formaron parte de la suculenta mesa llamada “Crónicas de infancia y recetas de mí madre”. La cual, desde mi humilde opinión, ya forma parte del patrimonio intangible de la cultura yucateca. Aunque la afirmación anterior de pie a debate al observar el lado transitorio de la comida y, por el otro, la fuerza contundente que tiene la crónica como parte de la literatura. Pero eso lo dejo a los eruditos de la investigación en el campo de la alimentación. A mi me queda claro que la obra en cuestión es la más sabrosa escrita por Carlos Martín y que comparto su gusto por el placer oral.
Texto publicado originalmente en el periódico Novedades de Yucatán el 9 de abril del 2024
Enlace: https://carlosmartinbriceno.com/2024/04/13/sobre-cronicas-de-infancia-y-recetas-de-mi-madre-por-j-armando-arceo-vargas/