Llegaba agitado, bien vestido, con un portafolio —quizá un Samsonite—; saludaba a los presentes, luego sentábase y acto seguido asentaba dos celulares en la mesa: un Nokia y el otro BlackBerry, tipo ejecutivo; el taller literario podía empezar.
De esta manera es como recuerdo mis primeros años de compañerismo —que se convertiría en amistad— con el escritor Carlos Martín Briceño. Él solía llevar sus cuentos una y otra vez para que fueran analizados y criticados por quienes asistíamos al taller del Centro Yucateco de Escritores (CYE), en aquel inicio del siglo XXI.
Años más tarde, su oficio, perseverancia y total terquedad, darían grandes frutos. Ganó una beca estatal y tiempo después fue merecedor al Premio Nacional de Cuento «Beatriz Espejo». Desde ese momento, Carlos inició una etapa de logros literarios y publicaciones.
Así, y en pleno año de la pandemia de la Covid-19, Martín Briceño, bajo el sello editorial de Lectorum, publica su más reciente libro: Toda felicidad nos cuesta muertos. Cinco cuentos negros (2020), del cual hablaremos en esta entrevista.
Arte y Cultura en Rebeldía: Cuéntanos Carlos, ¿por qué el título de Toda felicidad nos cuesta muertos a esta nueva producción literaria?
Carlos Martín Briceño: En realidad, este libro es consecuencia de una invitación que me hizo Porfirio Romo, el editor de Lectorum, una editorial mexicana muy combatiente y muy movida, por lo que es interesante publicar un libro bajo este sello.
Cuando Porfirio leyó Montezuma’s revenge quedó muy encantado con el texto y me dijo: «Carlos, me gustaría publicarte un libro pero con puros cuentos de esa naturaleza; cuentos negros, cuentos policiacos, porque creo que esta veta no la has explorado como debe de ser». Entonces esa idea se me quedó y recordé que yo tenía un cuento, el último (de este nuevo libro), que se llama El caso Montelongo, el cual, literalmente, tenía arrumbado. Lo había escrito cinco o seis años atrás pero no lo había publicado porque no coincidía con mis otras colecciones de cuentos; se salía de la unidad temática. Tú sabes que normalmente yo escribo sobre la pareja, la frustración del ser humano, de la infidelidad y de todas estas insistencias del ser humano quien tiende a vivir en pareja y que yo suelo preguntarme si es o no ideal para nuestro mundo.
Con este texto (El caso Montelongo) largo, junto con Montezuma’s revenge y Los mártires de Freeway —que tenía su edición agotada—, le propuse a Porfirio que hiciéramos un nuevo libro porque Los mártires estaba ambientado en Mérida y era de crímenes al igual que los otros dos; así que sería un libro con solo tres cuentos negros. Sin embargo, él me dijo: «Carlos, tienes ya algunos publicados…, ¿algunos nuevos que también puedas meterlos para hacerlo más consistente?». Y sí, le propuse también el caso de unos niños, víctimas de violación, que sucedió en la escuela Cano y Cano, el cual titulé Hombres de bien.
Un último texto surgió de mi nueva colección de cuentos que estaba escribiendo por mi beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Había varias historias pero de ellas resaltaba una que consistía en el crimen en un cibercafé; este cuento sería inédito al igual que El caso Montelongo. Así que lo saqué de una colección futura y decidí hacer este libro que se llama Toda felicidad nos cuesta muertos.
El título se toma de una frase de Montezuma’s Revenge que es muy emblemática y que muchos entrevistadores la destacan. Es una frase, pues, que se la «robo» a Montezuma’s y, claro, con la irónica circunstancia de que «pega» mucho para nuestros tiempos. Empieza el tema de la Covid, la pandemia y uno se puede preguntar si en realidad la felicidad tiene una cuota de muertes…
ACR: Y efectivamente, pareciera que el título es irónico y que a muchos les causa risa, quizá por el sarcasmo, y a otros los hace pensar…
CMB: Sí, es un título que te produce al mismo tiempo un poco de risa…, risa involuntaria, pero también pavor porque uno se pregunta que si de verdad para ser felices vamos a tener que pasar por algo terrible, y tal parece que esta época de la pandemia nos lo confirma. La gente está revalorando la vida porque sabe que lo que antes era normal, ahora se convierte como en jugarse la existencia; por ejemplo: una fiesta a donde antes ibas a tomar los tragos con alguien y platicar, puede convertirse en tu pase a la muerte y solamente por una cosa que en otras circunstancias hubiera sido normal.
También hay gente que lo ha asociado con las épocas políticas, como por ejemplo en naciones que han tenido que sufrir devastaciones como en Japón o Vietnam donde ha habido muchos muertos y hoy son lugares prósperos. Parece así, que la felicidad tiene que cobrar una cuota de fallecimientos.
ACR: Ahora bien Carlos, tras leer tu libro pude percatarme que en tus cuentos los personajes suelen ser patéticos; por ejemplo: un hombre que por más que paga no es correspondido amorosamente; un hombre que se queda viudo inscribe a su hijo a una escuela por no saber cómo lidiar con él; y el más patético es la periodista gorda, que gusta de los capuchinos y que termina rompiendo su propia forma de vivir…
CMB: Yo creo que de contar historias de gente feliz no empatas con el lector. Es un poco aburrido. Esto, no quiere decir que no haya gente feliz. ¡Por supuesto que en el mundo hay gente feliz!, y siempre he sostenido que la gente que no se entera de las miles de cosas que pasan suelen ser más felices. Sin embargo, si tú estás apartado de lo que sucede en el mundo, a lo mejor, esa ignorancia naíf, puede hacer que seas más feliz, pero para la literatura, creo que las grandes obras se hacen con gente inconforme, con gente que tiene demonios internos, con gente que ve la vida patética. La literatura de gente feliz, me parece que no podría tener la reverberancia que tiene este tipo de historias; por eso, siempre escojo gente de esa naturaleza.
ACR: Algo que destaca de este libro son las historias debido a que, al menos en su mayoría, son tomadas de la nota roja de Mérida. Háblanos al respecto:
CMB: En realidad todas las historias tienen una base real porque lo he dicho y lo sostengo: los cuentos, las historias, las novelas que tienen una base real son para el lector como un nocaut; o sea, en vez de estar jugando a golpear al lector, cuando hay un porcentaje de realidad, lo golpeas desde el principio y esa es una sentencia (literaria) que yo siempre me he procurado seguir.
Yo admiro mucho a escritores como Alberto Chimal que escriben historias totalmente creacionistas, sacadas de su imaginación o como Agustín Monsreal cuyas creaciones son totalmente ficticias; pero yo, no tengo esa capacidad o no la he querido buscar…
ACR: ¿Entonces estarías más cercano a Rubem Fonseca?
CMB: Sí, emparento mucho más con Fonseca en ese sentido porque sus historias él las escoge de la nota roja, o de lo que escucha, o de lo que supo, y bueno, al final, son historias que nos golpean de una u otra manera. Y es lo que yo pretendía hacer en Toda felicidad nos cuesta muertos.
Por ejemplo, el segundo cuento del libro está basado en unas violaciones que se registraron en la escuela Cano y Cano; claro, yo dosifico la historia con ficción porque yo no estuve en el lugar de los hechos, ni siquiera sé si sucedió como lo cuento; y lo hago de esa manera para que el lector pueda imaginarse y pueda también solidarizarse con la personaje víctima. Lo mismo sucede con Los mártires que aunque no hubo un asesino serial en Mérida como yo lo pongo, sí hubo una época —finales de los años ochenta y principio de los noventa—en que sí se registraron asesinatos de varios sexoservidores o de sus propios clientes que escandalizaron a los yucatecos, a la sociedad meridana. Fue, incluso, cuando intervino la autoridad y canceló ese corredor sexual que abarcaba la calle sesenta del centro de la ciudad y bueno, pues donde se ofrecían tanto hombres como mujeres a personas que pasaban en sus carros; todo ello me llevó a crear un asesino serial y desarrollar la historia en la ciudad de Mérida, fue, además, como nostalgia por esa época porque un bar como el Freeway, al que no le cambio el nombre, ya no existe. Los bares gais actuales son mucho más «normales», parecen discotecas donde cualquiera puede acudir y en esa época era algo prohibitivo: si no eras homosexual era como entrar a un mundo subterráneo en el cual podías asustarte; eso ya pasó.
ACR: ¿Por qué siempre tus finales suelen ser abiertos?, ¿a qué se debe esa peculiaridad en tu obra?
CMB: Porque me gusta que participe el lector en la historia. Yo creo que en las historias donde participa el lector «involuntariamente», queda rebotando en su cabeza, durante mucho tiempo, el hecho.
ACR: El racismo y el clasicismo son dos temas que abordas en este libro y que no son ajenos en tu obra, sin embargo, en el cuento del cibercafé siento que es la base…
CMB: Sí, fue un caso muy sonado en Mérida de hace aproximadamente catorce años que sucede en un lugar que uno no se puede imaginar que pudiera ocurrir. La historia se desarrolla en un centro comercial de la zona norte de la ciudad, una zona próspera y «segura». ¡Cómo imaginarse que el encargado mate, descuartice y ponga a su víctima (mujer) en bolsas y se las lleve la basura como si nada! El detonante, por supuesto, y en voz del mismo asesino, fue que la mujer lo ofendió. Pero en realidad yo no sé si ella le dijo feo, negro, gordo o indio; no lo sé pero en un lugar tan racista como en el que vivimos y para que lo haya molestado, considero que fue algo parecido. Claro que yo pongo al protagonista como un muchacho que ha sido discriminado siempre, que ha trabajado desde joven, que no pudo estudiar y se siente rechazado por la sociedad que debiera acogerlo y en cierto momento, drogado, estalla. Eso, combinado con la actitud de la víctima a la que han educado como mujer blanca, guapa, de cierto nivel socio-económico, que no debe meterse con cualquiera, pues culmina en episodio tan trágico como el narrado en el libro.
ACR: Otro aspecto que noto en Toda felicidad nos cuesta muertos es que, a pesar de ser una compilación de cuentos negros, no abandonas el erotismo; la sexualidad. ¿Por qué no ser tan directo como otros autores y centrarte solo en lo detectivesco o el crimen? ¿Por qué incluir el erotismo, acaso la sexualidad?
CMB: Porque antes que nada, yo soy un escritor de literatura erótica. En mis primeros cuentos —que aparecen en Los mártires de Freeway, mi primer libro— hay muchísimo erotismo, porque también sostengo que el erotismo forma parte de la naturaleza humana y mueve al mundo; al final, una relación erótica, un enamoramiento, puede ser peor que el perseguir el dinero. Alguien sostiene que el dinero mueve el mundo, yo no: yo sostengo que el sexo mueve al mundo.
ACR: Y bueno, pues ya con estos antecedentes sobre el contenido del libro, los lectores ¿dónde pueden conseguirlo?
CMB: Este nuevo libro, debo decirlo con orgullo, está en todas las librerías del país, esto, gracias a que Lectorum es una editorial muy dinámica y que te coloca en los principales centros de venta de libros. Acá en Mérida lo pueden encontrar en Dante, también en Gandhi y allá, si no lo tienen porque se les agotó, te lo piden enseguida; igualmente se puede conseguir en Sanborns, en las librerías del Fondo de Cultura Económica, en Educal. En fin, está muy bien distribuido e incluso se puede conseguir en la página electrónica de la editorial; es muy dinámica y cobra muy poco por el envío.
Cabe destacar que el libro ha tenido muy buena recepción. ¡Estoy muy sorprendido! La gente que ya lo ha leído me ha manifestado que lo han disfrutado mucho y que es un libro que no lo pueden soltar; esto es, que desde el inicio de su lectura no pueden dejar de leerlo hasta llegar al final.
ACR: ¡Excelente!, y ya para casi terminar, sé que andas trabajando en un conjunto de cuentos. ¿Qué sigue para Carlos Martín Briceño a corto plazo?
CMB: Estoy trabajando, como tú has mencionado, en una serie de cuentos, específicamente dos libros nuevos; todos cuentos inéditos y que forman parte de mi compromiso con el Sistema Nacional de Creadores. Esos cuentos están basados en cinco ejes temáticos: infancia, vejez, infidelidad, divorcio y frustraciones de escritor. Estos tópicos han generado cuentos —considero— seductores, y en el caso de la vejez, pues yo nunca había incursionado en ese tema, las historias que voy sacando de la realidad, son historias que calan porque aunque digamos que respetamos a las personas de edad, eso es mentira: somos una sociedad, desafortunadamente, que no queremos a los ancianos, y eso es tristes, sobre todo en Latinoamérica cuya sociedad es una que no quiere a sus viejos a diferencia de las orientales donde la vejez significa respeto. Pero también el tema de la infancia me ha causado mucho estupor y logrado escribir varias historias, también dolorosas. Y bueno, creo que estoy haciendo unos cuentos muy sólidos, cuantos ya con la experiencia que he tenido tanto de vida como de lector y escritor; estoy haciendo unas historias, que no tengo la menor duda, van a ser como colofón de lo que yo he hecho a lo largo de casi veinticinco años de estar escribiendo.
ACR: Para concluir: ¿Algo que quieras decirle a nuestros lectores?
CMB: Claro que sí: que aprovechen esta pandemia para leer, pues yo siento que esta pandemia ha servido para revalorar la literatura, una de las bellas artes más importantes y que como nunca —no dicho por mí sino por editores— hoy se está retomando a través de la lectura. Creo que independiente de Netflix o Amazon Prime, la gente recordó que la literatura está allá para siempre: para alegrarnos, hacernos pensar e incluso para evadir la realidad; para volvernos mejores seres humanos.
¡Que aprovechen!, y si pueden empezar con Toda felicidad nos cuesta muertos, van a ser muy felices.
Texto publicado originalmente en Diario Arte y Cultura en Rebeldía el 21 de enero del 2021