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Memoria, canciones y muerte | Micaela Morales López

La novela La muerte del Ruiseñor de Carlos Martín Briceño, emprende un viaje por los recuerdos de la infancia del autor. Se trata de una narración donde el elemento detonador es la memoria, tanto individual como colectiva, en especial de Mérida de principios del siglo XX, para dar a conocer la trágicamente muerte de su paisano Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo, mejor conocido como «Guty Cárdenas, El Ruiseñor yucateco». El título: La muerte del Ruiseñor genera varias expectativas en el lector, la más obvia conocer cuáles fueron las causas del fatal desenlace de la vida del cantautor.

Dos paratextos aperturan la novela: el primero, una dedicatoria a su padre, esposa e hijos y el segundo, una aclaración donde se menciona el carácter fidedigno de las fuentes empleadas en la confección de la obra, a decir del autor: «los sucesos históricos, lugares, nombres, cartas, personas vivas y muertas son reales». Pero el tratamiento
eminentemente es ficcional. Con la observación anterior la biografía de Guty Cárdenas pasará a ser una biografía novelada, con un desfile de artistas como: Ignacio Fernández Espero, conocido como «Tata Nacho», quien fuera su descubridor, guía y representante, Ricardo López Méndez, Chalín Cámara, Nancy Torres, Esperanza Iris, entre otros. La música y las canciones del compositor yucateco permean todo el libro, ya sea en forma de referencia o cita textual, muchas de estas melodías nacieron junto con la XEW radio, con su lema: La voz de la América Latina desde México.

La biografía como género literario intenta cubrir aquellos aspectos de la vida de los personajes poco conocidos o bien ofrecer diferentes perspectivas del hecho histórico. Así el primer apartado titulado «Novela histórica», presenta a un narrador personaje, que dista mucho del sujeto biografiado, porque es el propio autor, quien se ficcionaliza en la diégesis para mostrar sus dudas sobre escribir una novela histórica. Dos son los grandes temores del escritor: en primer lugar, explorar un nuevo género ya que él siempre ha escrito cuentos; en segundo, realizar la biografía del compositor yucateco, de quien en la actualidad poco se sabe, por ello constituye una temeridad, porque si bien fue famoso en su época y pudo trascender al mismo Agustín Lara, a casi cien años de su muerte a quién le puede importar.

De esta manera, el inicio de la novela anuncia la autobiografía del escritor, lo que da pauta para conocer los aspectos íntimos del proceso creador. La metatextualidad se hace presente para mostrar los elementos extratextuales que definen la ópera prima de Martín Briceño. Las diversas fuentes que empleó el escritor como: las cartas que Guty enviaba a su madre, junto con las biografías: Guty Cárdenas. Su vida y sus canciones, Guty Cárdenas: El Ruiseñor yucateco, leyenda o realidad, un cancionero, ensayos, así como varias entrevistas y, sobre todo, la influencia que recibió de su familia, ya que su padre era un admirador del compositor yucateco. La autobiografía del autor se mezcla con la vida de su padre, por lo que el lector conocerá, fundamentalmente, dos biografías.

La estrategia narrativa que sigue Martín Briceño es alternar las historias, lo que mantiene la atención del lector. Así, la vida de Guty Cárdenas inicia en extrema res, es decir, con la muerte del trovador yucateco en el «Salón Bach», lugar de su asesinato. A través de un mesero, Roberto Miranda, nos enteramos de quienes acompañaban a Cárdenas: el empresario de espectáculos Eduardo Gálvez Torres y la actriz Rosita Madrigal. A pesar de los testigos la causa del crimen nunca fue aclarada, dos fueron las versiones que circularon: por celos y por componer el corrido La República en España, mismo que se cita en la obra (pp.144-46). La novela no se ocupa de encontrar la verdad histórica, sino de recrear la vida del compositor yucateco, tomando como punto de referencia el fatal suceso.

Para el escritor la vida de Guty Cárdenas es trascendental por su legado musical, en especial en la trova yucateca y en lo boleros; por ello no duda en compararlo con los artistas: Jimmy Hendricks, Janis Joplin, Jim Morrison y Kurt Cobain, incluidos en el Club Forever 27, por haber muerto de una forma trágica a los veintisiete años, justo cuando estaban en el pináculo de sus carreras. Guty Cárdenas tenía 26 años y gozaba de fama internacional. Fama de la que pocos mexicanos tienen noticia, la biografía recrea varios sucesos, entre ellos: cómo nace su vocación, en la que influyeron sus padres, su participación en un concurso del periódico Excélsior, donde obtuvo el segundo lugar, su triunfo en Hollywood, o su última visita a la Habana, además de otras anécdotas.

De esta manera la novela teje una red intertextual que se vincula estrechamente con la vida política, cultural y artística de nuestro país y el vecino del norte, EE.UU., porque ahí fue donde obtuvo sus principales éxitos Guty Cárdenas y logró trascender el legado musical yucateco. Dos anécdotas salen a colación: la invitación que le hiciera el presidente Herbert Clark Hoover a la Casa Blanca, suceso que narra doña María Pinelo Ituarte en una entrevista; pero que Martín Briceño no puede confirmar en otra fuente. La segunda tiene que ver con el destino, pues nuevamente es invitado para amenizar el cumpleaños del general Francisco Serrano; sin embargo, por una enfermedad respiratoria no pudo asistir. Al día siguiente se da la noticia de la muerte del general Serrano y de
todos los que asistieron a la fiesta. Estos dos hechos, en especial el segundo, forman parte de la biografía novelada. No así el apartado que se refiere a la amistad de Guty Cárdenas con Nicolás Guillén y de quien adquiere influencias, para componer, al parecer, su última canción, la cual recién se ha recuperado: Canto negro. La melodía se construyó a partir de onomatopeyas al estilo «ñáñigo», del canto de los negros.

El hilo conductor que une a las tres historias es el lugar de nacimiento de los biografiados y sus inclinaciones musicales. Pues al igual que Guty Cárdenas el padre de Carlos Martin Briceño es aficionado a la trova yucateca, al grado de brindar educación musical a sus dos hijos Enrique y Carlos. Además, Martín Briceño creció con la herencia
musical de su padre, en un pasaje narra cómo en las tertulias familiares o con los amigos de su padre era obligada la canción Rayito de sol, que popularizan tiempo después, varios cantantes. De manera emblemática la partitura de la canción sirve de portada al libro La muerte del Ruiseñor. Por ello, es significativo que el libro esté dedicado a la memoria de su padre, así como un capítulo que lleva por nombre: «La acreditada Casa Martín».

Los pasajes de la vida del padre de Carlos Martín Briceño mezclan las anécdotas de los recuerdos infantiles y de la adolescencia, el tono de melancolía es notorio. Hay un orgullo por pertenecer al renombrado linaje Martín, quienes fueran, a finales del siglo XIX y principios del XX, una familia próspera, gracias al esfuerzo de su bisabuelo Rudesindo Martín. La Casa Martín distribuía Fonógrafos y Gramófonos para beneplácito de las familias meridanas. El escritor yucateco no duda en incluir lo que fuera la publicidad del negocio familiar: «Las novedades que el mundo goza las reproduce discos Columbia, que distribuyen en todo el sureste la acreditada Casa Martín» (165). Sin embargo, el abuelo y sus hermanos acabaron con la fortuna. El padre de Martín Briceño fue un profesionista que se esforzó para que sus hijos estudiaran una carrera universitaria.

En la obra, la vida de Carlos Martín Briceño está ligada a la del padre y algunos pasajes de la biografía de Guty Cárdenas se repiten. Tanto Carlos como Guty antes de dedicarse a su arte estudiaron una profesión, Carlos es administrador de empresas, Guty fue contador, por otro lado, ambos tuvieron un conocimiento musical por parte de sus padres. Este último aspecto, a mi parecer, es el motor para recrear la biografía de Cárdenas, como una manera de enaltecer la trova yucateca.

La muerte del Ruiseñor, despierta el interés del lector porque recrea la vida cultural y musical de Mérida, a partir de su hijo predilecto: Guty Cárdenas, quien se convirtiera en un ídolo en su momento. Para algunos críticos seguramente hubiera superado y ocupado el lugar de Agustín Lara. Guty Cárdenas es figura entrañable en la vida de los meridanos, todas las semanas hay un día de tertulia en la Plaza Santa Lucía, se le hizo una estatua, se nombraron premios en su honor. Al realizar una revisión musical el lector puede comprobar que «El Ruiseñor yucateco» dejó más cincuenta composiciones que hoy día se cantan.

El escritor en su carácter de narrador personaje es el mediador de las dos biografías, ambas personas: Guty Cárdenas y el padre del escritor mueren de manera distinta: uno de modo violento y el otro, de forma apacible, pues en el remanso del sueño lo sorprende la muerte. La autobiografía de Carlos Martín Briceño, entonces, se nutre de
las dos historias, ambas llenan sus recuerdos, la nostalgia y evocación musical de su infancia. Al mismo tiempo, el lector se enfrenta a una narración autoficcional. Si bien se muestran datos, hechos fidedignos éstos se arropan en el tratamiento de la ficción.

La autobiografía del escritor también teje una red intertextual, ahora con el universo de la literatura y la música. Así, el lector se entera de las aficiones literarias de Martín Briceño, de sus talleres literarios, de su vida familiar e intelectual. La narración autobiográfica desborda sinceridad y nos lleva a conocer las preocupaciones del proceso
creador del escritor y como una obra se construye con muchas voces, como se observa en los agradecimientos, al final del texto. Las intenciones pocas veces reveladas del por qué de una obra no tienen misterio en La muerte del Ruiseñor, pues en el último apartado se revelan los motivos de la novela: «es un sencillo homenaje al hombre que me acercó a los boleros, a los pasillos, a los sones, a los montunos y a las canciones yucatecas. Un texto
escrito a la memoria de mi padre».



Texto publicado en la revista Pirandante, Número 3; Enero – Junio 2019; ISSN: 2594-1208

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