Por Cristina Leirana
Conocí a Carlos Martín Briceño en 1995, en el encuentro de narradores de la Frontera Sur, de aquellos que organizábamos el Centro Yucateco de Escritores y el Programa Cultural de las Fronteras. Él vino atraído por la presencia de Tito Monterroso. Por esa época se involucró en el desenvolvimiento cultural de nuestro Estado, reseñó libros y eventos para El Juglar, suplemento literario del ya legendario Diario del Sureste. Coincidimos en el taller de los lunes, en la Casa de la Cultura, donde con Roberto Azcorra, Claudia Sosa, Jorge Lara, Raúl Ferrara, Roger Metri y otros compañeros, en ese entonces, la nueva generación de escritores dio impulso a la literatura de nuestra región, que se conectó con autores de todo México, y con muchos de otros países.
Tuve la fortuna, cuando colaboraba como correctora en el Instituto de Cultura de Yucatán, de tener a mi cargo la revisión de su primer libro Silencio de polvo. Nos reunimos varias mañanas en la casa de ventanales; envueltos en la luz dorada que se colaba a través de los cristales discutíamos acerca de la forma de conjugar el pronominal y los flexivos, hasta llegar a un punto que nos convenciera a ambos, para darle su forma definitiva a la oración de alguno de sus cuentos. Así de acucioso es Carlos. Esta plaquette sería un adelanto de lo que fueron las siguientes creaciones de Carlos Martín Briceño.
Elusivo, el tiempo que le deja su trabajo remunerado, prefiere dividirlo entre la escritura literaria y la vida familiar; se ha ocupado de sembrar en sus hijos el gusto por la lectura, como nos cuenta en “Viaje al centro de las letras”. Esta doble vida, satisfactoria en premios y prestigio, ha tenido su costo en insomnio y otras desventuras, entre pequeñas y medianas.
Prolífico como es Carlos Martín, con sus cuentos ha tenido el Premio Internacional de cuentos Max Aub 2012 por Montezuma’s Revenge; los premios nacionales José Fuentes Mares 2018 por De la vasta piel. Antología personal (Ficticia, 2017); Beatriz Espejo 2003 por “Los fines de semana”; Juegos Literarios Universitarios convocados por la UADY en 2004, por “Póker de Reinas, cinco versiones del deseo”.
Aún me parece que era “el otro día” que almorzábamos en Trotters mientras Carlos nos leía las primeras versiones de “Montezuma’s Revenge” y Jorge Lara y yo le anotábamos algunas sugerencias. Han de haber pasado ya como ocho años.
Martín Briceño ha merecido también las menciones de honor en el Premio Nacional de cuento San Luis Potosí 2008, por el libro Caída Libre (Ficticia, 2010), y en el Concurso Nacional de relatos Carmen Báez 1999, por el texto “Casi lo que ella buscaba”.
El periodista y crítico literario Sergio González Rodríguez incluyó en sus famosas listas de libros del año, como mejores libros de cuento, Caída libre (Ficticia, 2010) y Montezuma’s Revenge (Fundación Max Aub, 2012), de nuestro homenajeado.
En Caída Libre la voz sobrevive a través de experiencias de peligro íntimo. No se cuenta la épica del viaje, ni de las grandes hazañas del héroe elegido, sino las internas. Aunque en ocasiones aparece un narrador omnisciente, algunos cuentos son enunciados por los personajes; los protagonistas vencen al asco o al tedio, pero en todos los casos superan la inacción:
Trato de obedecer pero la presión es intensa. Y va en aumento. Siento que el aire me falta y, por un instante, cruza por mi cabeza el temor de morir. Alcanzo a ver los rostros de sarcasmo de mis amigos y desespero porque ninguno parece darse cuenta de que necesito ayuda: están demasiado borrachos para percatarse de que esto ha dejado de ser un juego (“Dante para iniciados”, Martín Briceño, 2010: 14).
Los finales son abruptos; el lector queda descargado con la terrible visión de la página siguiente en blanco, probando que incluso el silencio tiene cualidades estéticas; para ejemplo las últimas líneas de “Convenios”:
Intercambiamos una complicidad sonriente. Afuera, crece el rumor de la manifestación (“Convenios” Martín Briceño, 2010: 53).
El título del volumen rememora la sensación de vértigo, del despertar de la conciencia a la vida, que no se da necesariamente en la hora de nacer. Es el repentino conocimiento de nuestra caída indetenible desde los más altos ideales hasta chocar contra el asfalto de la realidad.
Al final de la vigilia, su segundo libro de cuentos, fue seleccionado en el 2006 por la Secretaría de Educación Pública para el Programa Biblioteca del Aula “Libros del Rincón”. Ya antes había sido reconocido por el programa Creación Dante, que lo editó en 2002.
Además de sus cuentarios ya mencionados, publicó Montezuma’s Revenge y otros deleites (Ficticia, 2014); Los mártires del Freeway y otras historias, (Ficticia 2006; 2008) Después del aguacero (La Tinta de Alcatraz, 2000).
En Los mártires del Freeway y otras historias, Carlos Martín la fuerza de las pasiones, especialmente el erotismo y la ambición, atraviesa las historias; los personajes se esmeran en cuidar las apariencias: hermosas parejas que se odian; familias respetables cuyos miembros sostienen relaciones incestuosas; educadores que abusan de sus alumnos, y silencian cualquier protesta; homosexuales casados con mujeres; una anciana astuta, que disfraza de caridad la burla que hace a su rapaz parentela, son algunas de las contradicciones recreadas en el libro.
En la noveleta que da nombre al volumen, además del misterio a resolver, está la caracterización psicológica de cada personaje; el vínculo entre ellos; las luchas por el poder, el deseo de triunfo profesional, y de servicio a los demás, contrapuesto al de destrucción. Se recrea la homofobia en su expresión más cruda, aunque también hay algunos rastros de misoginia. Las relaciones intertextuales son fundamentales para encontrar pistas que conduzcan al esclarecimiento de los crímenes, también para conocer el pasado de los personajes, las vivencias comunes que los llevaron a ubicarse en distintos bandos de la historia. El incesto y el abuso del sacerdote contra sus discípulos son elementos que configuran las ideas acerca de la sexualidad que predominan en el contexto recreado; la homosexualidad encubierta, no aceptada, presente en varios de los personajes, es el medio de cultivo para la violencia. La envidia y la ambición reaparecen; la pérdida de la voluntad, causada por la inhalación de coca lleva al detective a una situación desventajosa en un final relativamente abierto.
Como ha dicho el propio autor, existe una parte negada en nuestra conducta, esa es la parte que él quiere explorar, los deseos y los miedos que pueden llevar a un ser humano “normal” a convertirse en el peor asesino o el más valiente de los héroes.
Su primera novela La muerte del Ruiseñor apareció con el sello Ediciones B en 2017. De carácter metanarrativo, se entreveran la biografía que investiga el escritor con la propia, en una rica prosa que se lee de una sentada.
Su compilación Sureste. Antología de cuento contemporáneo de la península (Ficticia, 2017), es un homenaje que brinda Carlos Martín Briceño a sus compañeros de generación y a sus maestros, los reencursa en el diálogo literario contemporáneo nacional, poniéndolos al alcance de las nuevas generaciones. Curioso que cuando nos reunimos en Instituto Tecnológico de Mérida –punto intermedio en los ámbitos por donde transitamos cotidianamente– la policía miró con sospecha que estuviéramos en un estacionamiento intercambiando… ¡libros!
Viaje al centro de las letras (Ficticia, 2018), su primer libro de ensayo, expone las obsesiones artísticas y vivenciales de nuestro autor: sus aficiones literarias, sus autores y géneros favoritos, la nostalgia por un Yucatán tranquilo y apasible que se extingue; su infancia, su futuro como artista, como hombre de familia y como promotor de la lectura. La voz del autor se nos vuelve familiar, como si platicáramos con él.
Carlos Martín es colaborador del Diario de Yucatán, y del suplemento cultural La Jornada Semanal. Cuentos suyos están incluidos en más de una docena de antologías regionales –recuerdo especialmente Litoral del relámpago (Ediciones Zur-CYE, 2002) y La Otredad (CRIPIL/Ediciones Zur, 2006– nacionales y extranjeras.
Participa regularmente en la FIL de Guadalajara, la Feria del libro de Tijuana, la FILEY de Yucatán, el Festival de Visiones de México en Colombia.
Ha impartido talleres en Mérida, en los municipios de Yucatán, también en Uruguay.
De Carlos Martín, la crítica ha dicho que “ha logrado un equilibrio entre la potencia vital y la potencia intelectual. Cada pieza suya reconstruye vivencias de sus personajes, que conforme entran en zonas extremas de violencia, sexualidad o extrañamiento de lo cotidiano superan en su mente lo acontecido a través de pensamientos, percepciones, vislumbres de lucidez o incertidumbre” Sólo un escritor de alto rango puede resolver en pocas páginas la riqueza narrativa que plantea en sus cuentos” (Sergio González Rodríguez, Reforma).
“Leer a Carlos Martín Briceño no es asunto menor, no nos deja indiferentes. Reconocemos el infierno. Y queremos más” (Mónica Lavín, El Universal).
“Cuida correctamente sus mecanismos narrativos, el lenguaje, arriesga con la peligrosa imbricación de lo onírico y lo concreto y por eso sus textos capturan la atención desde el principio y se sostienen” (Ignacio Trejo Fuentes, Siempre).
“Múltiples interpretaciones, relaciones y resonancias despierta la lectura de estos cuentos de Carlos Martín Briceño, que parecen estar escritos con una navaja de disección. Su doloroso filo se interna en la frágil carne de sus personajes y en el desasosiego de los lectores, que en ellos reconocemos los turbios límites de nuestra propia naturaleza” (Ana García Bergua, La Jornada).
Por todo lo anterior este homenaje que hoy los libreros, los escritores y los lectores hacemos a Carlos Martín Briceño es más que merecido.
Palabras de la Dra. Silvia Cristina Leirana Alcocer durante su participación en la ceremonia de entrega de reconocimiento a Carlos Martín Briceño, narrador a quien se dedicó la actual Feria Municipal del Libro.
Publicado por «Por Esto»