Por Carlos Martín Briceño
Aunque Álvaro Uribe es un gran cuentista, por razones que atribuyo a las veleidades del mundo editorial, el gran público conoce mejor su trabajo como novelista. El taller del tiempo, Autorretrato de familia con perro, Morir más de una vez y El expediente del atentado son novelas que la mayoría de los lectores ubica a la perfección, sobre todo esta última debido a que Jorge Fons, el premiado director de cine, realizó en 2010 un exitoso filme basado en la misma. La aparición de Historia de historias, volumen que reúne en una impecable edición los cuarenta y un relatos que Uribe ha escrito hasta la fecha, es, por lo tanto, motivo de celebración.
No todos los novelistas son capaces de escribir un buen libro de cuentos, pero la mayor parte de los cuentistas, cuando se lo propone, consigue escribir más de una novela respetable. “Soy un cuentista exiliado en el territorio extraño de la novela”, se definió alguna vez Álvaro. Y vaya que lo es. Como pocos escritores mexicanos, Uribe conoce y controla a la perfección el delicado mecanismo del cuento. Es un narrador selecto que prefiere mantenerse en el privilegiado grupo de los que acostumbran contar ficciones con precisión y delicadeza en lugar de experimentar con formas y temas de moda.
Con una prosa depurada y un estilo pulcro que recuerda el trabajo de los grandes prosistas latinoamericanos del siglo pasado tales como Rulfo, Arreola, Quiroga, Felisberto Hernández, Monterroso y, sobre todo, Jorge Luis Borges, Uribe ha creado en este libro un universo propio que incluye el relato policíaco, la sátira, la reinterpretación de la historia, la minificción, la crónica y algo que podríamos llamar, el “ensayo cuentístico”.
Topos, catorce ficciones poéticas de no más de una cuartilla publicadas originalmente en 1980, inicia el volumen. Pese a su brevedad, constituyen genialidades del lenguaje. Y para muestra, un botón:
Desde entonces han pasado muchas copas
Tengo de ti, cuando me propongo recordarte, la imperfecta curvatura de una sonrisa. Tengo además el eco insistente de varias palabras que nunca comprendí. Tengo también, involuntariamente, la noche misma, la noche larga en que juega contigo mi terca memoria. No tengo nada, casi nada: un dibujo desvaído de tu casa por la tarde, tu nombre propio y el mágico temor de que aparezcas si me atrevo a pronunciarlo. Un rito cada vez menos frecuente, más lejano que a mi pesar entrevera las fechas y empieza a confundir tu cara con las de tiempos posteriores.
El cuento de nunca acabar, segundo libro de cuentos del autor publicado en 1981, constituye el siguiente apartado de Historia de historias. Aquí Uribe abandona la brevedad y comienza a perfilar la clase de textos que perfeccionará en sus entregas posteriores. Dentro de este grupo de dieciséis historias se encuentra la célebre “Güiraldes, Borges y yo”, una crónica donde el autor cuenta el breve encuentro que tuvo con Borges durante una velada pública en París en la que el argentino habló de Güiraldes. También aparece aquí, “Así es esto”, una divertida y cortazariana sátira setentera de universitarios chilangos que fuman mariguana en el interior de un vochito en tanto se dirigen a la Cineteca al estreno de Roma, de Fellini. “El guardián de la Gioconda”, un canto al amor y al arte que deviene en obsesión, cierra el grupo y es, quizá, el texto más original de todos. Como quiere Beatriz Espejo que suceda con los cuentos memorables, este cuento se me quedó rebotando en la cabeza durante largo rato.
“No me molesta que se diga que soy un borgesiano irredimible. Me ha costado mucho trabajo separarme de Borges”, dice Uribe en una entrevista a propósito de su obra, y En la linterna de los muertos (y otros cuentos fantásticos), el tercer apartado de esta colección, el lector puede certificarlo a carta cabal. Aquí, en verdad, resulta difícil elegir alguno de los ocho que sobresalga por encima de los demás, En “El séptimo arcano”, por ejemplo, un encuentro con Cortázar le sirve a Uribe para urdir una onírica y formidable trama. En “El evangelio de Pedro”, “El último sueño de Simón” y “La linterna de los muertos”, la religión y la figura del diablo son indispensables para entender los motivos literarios del autor. Sueños y fantasías se mezclan para lograr una formidable y seductora mezcla. Pero es en “El rehén”, “La audiencia de los pájaros” y en “La fuente” donde encontramos que las influencias del Jorge Luis Borges ceden para dar paso al asombro y lograr una entonación más personal, original y poderosa.
Complementa esta Historia de historias un trío de cuentos fantásticos, inéditos, que son el mejor ejemplo de que Uribe, a casi cuarenta años de haber publicado sus primeras historias, continúa escribiendo con esa perfección de artesano que le ha permitido ganarse un sitio importante en el universo de las letras mexicanas.
Fuente: https://semanal.jornada.com.mx