Cuando Carlos Martín Briceño planteó su interés por escribir una novela relacionada con el cantante y compositor yucateco Augusto Cárdenas Pinelo, conocido por el sobrenombre de «Guty», algunos creímos que se trataba de un intento por incursionar en este género literario con un tema meramente mercadotécnico más allá de una búsqueda de carácter exploratorio y propositivo en la novela histórica. Sin embargo, con el tiempo, la obsesión de Carlos se convirtió en algo de terquedad que culminó, por fortuna, en un texto de gran interés, acaso, innovador, al menos en la Península de Yucatán, donde la novela no es «excesivamente» cultivada, en comparación con la poesía o el cuento.
La muerte del Ruiseñor no es un trabajo ocioso. Conllevó, sin duda, una labor de investigación, entrevistas y una genuina búsqueda por dejar plasmada la propuesta de su autor que a lo largo de la narración va in crescendo, hasta culminar con el fatídico 5 de abril de 1932.
A través de los diversos momentos de la historia, Carlos Martín va introduciéndonos tanto en su proceso creativo como en la trama principal de la novela, sin dejar de manejar un lenguaje ligero, que no coloquial, que hace que el lector no suelte el libro sino hasta el final.
La advertencia de que «la mayor parte de los hechos histórico, lugares, nombres, fechas, cartas, personajes y personas vivas y muertas que aparecen en esta novela son reales. Digo la mayor parte porque en muchas ocasiones están revestidos de una dosis de ficción», no es mero capricho del autor, sino una confesión ante el lector quien podrá constatarla en los breves pero contundentes capítulos que conforman la novela.
¿Novela histórica? ¿Novela epistolar? ¿Autobiografía? ¿Antología cuentística? Son algunas interrogantes que se podría plantear el lector, pues Martín Briceño no pierde su estilo narrativo de origen, que es el cuento, a la vez que nos introduce en otros como es la autobiografía ficcionada y el recurso de la epístola, sobre todo en lo referente al marcar el hilo histórico de la narración.
De tal suerte, hacer una reseña de La muerte del Ruiseñor, me parece un acto ocioso, pues es un libro que debe ser leído sin que exista una dosis de influyentismo; es pues, una obra que el lector deberá adquirir para su disfrute sin saber lo que encontrará en las páginas que la conforman.
Queda nada más agradecer a mi amigo Carlos Martín Briceño por hacerme pasar unas horas agradables de lectura y felicitarlo por incursionar —en mi modesta opinión—, con acierto, al género de la novela, esperando que no lo abandone y busque otras historias para explorarlo.