Los cuentos de Carlos Martín Briceño tienen imaginación y profundidad. Cuentan con malicia, atributo infaltable en el arsenal de un narrador diestro y poderoso. Martín Briceño (Mérida, Yucatán, 1966) pone en juego varios tonos, y sabe alternarlos. Su escritura, además, llama la atención por su eficacia y su ritmo: no halla baches nunca, sirve a la perfección para el registro de actitudes y anécdotas que van perfilando a los personajes con economía y perfección. Más que las probables afinidades con obras de colegas suyos (observadas agudamente por la prologuista Mónica Lavín), el autor aparece como natural poseedor de dotes sin duda excepcionales. Consigue hacer de la realidad lo que los personajes perciben mediante interpretaciones espontáneas, intuiciones, recuerdos y proyecciones. Luego de una trayectoria sólida y no exenta de fulgores, Martín Briceño realiza esta antología personal, pieza necesaria en las más vivas letras nacionales de hoy.