Siempre he afirmado que la literatura mexicana contemporánea está plagada de narradores que sobrevaloran la solemnidad. Mientras que en otros países (Inglaterra, Estados Unidos, Francia) el humorismo se desarrolla con libertad, en México parece una vertiente reservada para escritores irreverentes y juguetones. Autores que muchas veces no son bien valorados por la crítica porque desmarcarse de la literatura seria para continuar con la tradición impuesta por Arreola, Ibargüengoitia o Tito Monterroso, al parecer, no tiene el mismo peso que seguir los pasos de Alfonso Reyes, Octavio Paz o Carlos Fuentes.
Entre estos autores rebeldes, destaca Marcial Fernández, un editor y escritor sarcástico al que parece tenerle sin cuidado lo que opinen los gurús de la literatura ya que, desde hace algún tiempo, al amparo de las reglas y estéticas del humor negro, se dedica a escribir lo que se le antoja. Prueba de ello es Máscara de Obsidiana, su novela más reciente.
Confieso que cuando me adentré en los primeros capítulos me sentí desconcertado. ¿Qué era lo que tenía entre manos? ¿Una novela histórica? ¿Un relato policiaco futurista? ¿Una historia fantástica desarrollada en un México imaginario? ¿Un alegato político? ¿Un homenaje a la nota roja? ¿Por qué Marcial abría, desde el inicio, tantas posibilidades? Pero conforme fui avanzando en la lectura, caí en la cuenta que en Máscara de Obsidiana cabían todas aquellas definiciones que yo traía en la cabeza, y aún más.
Y es que, desde los primeros párrafos, donde el periodista Tonatiuh Cuahutli, uno de los protagonistas principales, sueña que se lleva a cabo un sacrificio en el zócalo capitalino, uno intuye que Máscara de Obsidiana no es una novela “normal”, sino todo lo contrario. Nos hallamos, pues, ante una ciudad de México donde los taxis son lanchas, las calzadas están todavía llenas de agua como en el México prehispánico y la ciudad no ha padecido los horrores de la conquista. Así, tomando como pretexto el supuesto robo de la máscara de Tezcatlipoca (una figura hecha en turquesa del siglo XV y que según Wilkipedia, que todo lo sabe, actualmente se exhibe en el Museo Británico de Londres), Marcial nos sumerge en los entresijos de una investigación policiaca que, a la larga, se transforma en una crítica sarcástica sobre los mitos fundacionales de nuestro pueblo.
Aquí, por ejemplo, Hernán Cortés, no solo perderá la guerra, sino que también le serán quemados los pies en una suerte de revancha histórica. De esta manera lo contarán Antón Tótec y Juan Lobaces, periodistas a quienes Marcial da voz para deconstruir el relato de la conquista y, de paso, hacer un análisis de la condición del mexicano. Por otra parte, tomando como base las virtudes humorísticas de la nota roja, Marcial hace gala de sus recursos periodísticos (no hay que olvidar que el autor ha sido periodista durante muchos años) para contarnos su historia a través de supuestos artículos de prensa que va insertando a lo largo de las 178 páginas de esta novela.
Mención especial merece el personaje de Jack Torre Latino, un detective a lo Bogart en el Halcón Maltés, que sufre de agruras y que, desde la soledad de su despacho, espera que algún día llegue a pedirle auxilio una rubia de un metro ochenta, joven, opulenta y vestida de rojo entallado.
En este caso, la rubia resulta ser una francesa de nombre Lauree Voltaire, amante del millonario Bernardo Gong, una suerte de Carlos Slim que colecciona arte e invierte en la restauración del casco antiguo de la ciudad de México.
Dice Marcial en una entrevista que esta novela “le ha ganado un buen número de lectores, pero también de detractores”. Se entiende que no todos estén dispuestos a aceptar la ácida visión literaria de Marcial Fernández.
Con su Máscara de Obsidiana, su segunda novela, Marcial se inscribe en el selecto grupo de narradores mexicanos que han podido despojarse de la seriedad y aceptar que la literatura también puede escribirse con harto sentido del humor y una buena dosis de naturalidad.
Texto leído por su autor durante la presentación de la novela Máscara de Obsidiana (Ficticia Editorial, 178 pp, México 2016) en Bacalar, Q Roo. el marco del Festival del Caribe 2017. Participaron en la presentación Carlos Martín Briceño y Marcial Fernández, autor de la novela.