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Misiones

imagesGloria Jeans Coffe. 7.30 A.M. Suelo venir todos los días a escribir a este café moderno, elegante, silencioso, ubicado muy cerca de mi casa, donde sirven los mejores capuchinos de la ciudad y ponen buen jazz. Una hora y media de trabajo literario antes de ir al trabajo alimentario. Por lo regular cuando llego, sé a lo me voy a dedicar: un cuento que me brinca en la cabeza, un artículo para alguna revista, el capítulo de mi novela imposible. Pero hoy, marzo 16, a solo unos días de la llegada de la primavera, resulta imposible concentrarse: a menos de un metro de mi mesa, un grupo de señoras de la sucursal femenina de los Legionarios de Cristo, planea las “misiones” de Semana Santa. Cada año,  gracias a la solícita intervención de la escuela, por estas mismas épocas, las alumnas tienen la oportunidad de llevar la palabra de Dios a alguna comunidad donde tendrán también la posibilidad de “convivir” con gente menos afortunada.

Las mujeres discuten amablemente, con suaves maneras, pero con la voz firme de quien no pretende dejar que sus “tesoros” vayan a cualquier lugar sin supervisión. Algunas de ellas visten atuendos deportivos. Imagino que, debido a esta junta, han tenido que cambiar el horario de su clase de pilates. Otras, por el contrario, llegan vestidas de lino, como si hubieran sido invitadas a un brunch dominical.

¿Quién llevará el hielo? ¿Dónde dormiremos? ¿Qué se supone que vamos a comer?, las escucho discutir y parlotear. La palabra “consagrada” salpica a cada momento. De pronto una de ellas, la que imagino viene representando a la escuela (su sencilla vestimenta y el maquillaje discreto no van de acuerdo con el estilo del resto) pide orden. La discusión había subido de tono. “Pueden sugerir pero no cambiar las reglas”, agrega. “Podrán usar el chat para comunicarse siempre y cuando no abusen”, sentencia. Ya dueña de la atención, sigue dictando órdenes. Todas callan. Aprovechan este momento incómodo para llevarse el café a los labios, para darle una mordida a su pastel, para levantarse e ir al baño. Ninguna replica. No vale la pena. Finalmente pasar ciertas incomodidades tres días al año tampoco es gran cosa. Ya en la Semana de Pascua, cumplida la penitencia, podrán irse de volada al departamento en Cancún, al shopping en Miami, a la visita anual a Disney o, de perdido, a la casa en la playa.

Mientras tanto, intento regresar a lo mío. Inútil. La mesa de junto es demasiado atractiva como para no escribir algo: Gloria Jeans Coffe.7.30 A.M…

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