Te encuentras justo enfrente: bella y oscura. Hasta hace un momento, camuflado entre los parroquianos, gozaba de la danza de tus caderas. Pero tuviste que escoger pareja para tu último acto. Había escuchado de él y ardía de curiosidad por presenciarlo. Ahora, desnudo, cubierto sólo por las luces y las porras de los trasnochados, por más que intento, no consigo levantarlo.