Por Patricia Garma Montes de Oca
Las resonancias de Yucatán rasgan los días nublados y las manifestaciones del Distrito Federal. Aquí, en la metrópoli, el escritor Carlos Martín Briceño presentaba su libro “Montezuma’s Revenge y otros deleites” (Ficticia-Ayuntamiento de Mérida) el pasado miércoles 14, en el Palacio de Bellas Artes, mientras acababa de presentarse una antología, también de Ficticia, de Francisco Castro Leñero sobre una posible teoría de Fernando García Ponce en torno a la pintura y el arte; una exposición de Fernando Castro Pacheco fue abierta el mes pasado en dos museos (la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, y el Museo Mural Diego Rivera). Mañana, Sara Poot Herrera estará en un congreso de mujeres ensayistas.
“Uno como autor pensaría que es muy difícil llegar a Bellas Artes, los de provincia lo vemos lejos. Marcial (Fernández, uno de los editores de ‘Montezuma’s Revenge’) pensó que no se iba a llenar”, dijo Carlos Martín mientras agradecía la presencia de decenas de personas en la sala “Adamo Boari”.
En la “Adamo” no faltaron los yucatecos afincados en el Distrito Federal, como el escritor Agustín Monsreal y el periodista y escritor Joaquín Tamayo, que acudieron a felicitar a Carlos Martín. Había otros escritores, como Vicente Afonso y Liliana Blum, así como yucatecos radicados en el D.F. y lectores que al final de la presentación adquirieron el libro “Montezuma’s Revenge y otros deleites”, que luego firmó el escritor.
Colgaron una hamaca para la lectura las escritoras Ana García Bergua y Mónica Lavín, los editores Irving Berlín Villafaña y Marcial Fernández, directores de Ficticia y de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, respectivamente, y el autor Carlos Martín Briceño.
“Me encanta que haya hamacas en sus cuentos, nosotros no podemos colgar hamacas en nuestros cuentos chilangos”, celebró Mónica. En particular una se le quedó “tendida en la memoria con visos de permanencia”, dijo, la de la escena “brutal y voluptuosa” de “Montezuma’s Revenge”.
A Mónica y Ana, Martín Briceño dedicó dos relatos de “Montezuma’s Revenge…”: “Caprichos” y “Deleites”. “Son cuentos de calentura… que parecen estar escritos con una navaja de disección”, comentó Ana García Bergua.
“Los matrimonios parecen no funcionar, pues el deseo aparece donde no debe; por lo general las parejas casadas y establecidas de estos cuentos son frías y desoladas, como el matrimonio del cuento ‘Hacer el bien’, que acoge por gusto de la esposa a un huerfanito en Navidad, o la pareja que acompaña a la cuñada a abortar, en el durísimo ‘Deleites’, dedicado a Mónica Lavín, en el que la comida juega como una especie de detonante de terribles verdades”, agregó Ana.
También habló de la comida y las cervezas en el libro de Carlos, como una especie de terreno alterno al deseo corporal, menos en “Made in China”, un cuento terriblemente lúcido, dijo, con un final escalofriante sobre la explotación, la domesticación y nuestra condición de animales que devoran a otros animales.
Mónica Lavín, admiradora manifiesta del autor y de Yucatán, se dijo fascinada de que en nuestro Estado haya actividades como la Filey y de que un poeta (por Irving Berlín) sea director de Cultura y haya editado este libro.
“A Carlos lo he leído desde siempre, desde los dos libros anteriores suyos publicados por Ficticia, ‘Los mártires del Freeway’ y ‘Caída libre’, y en este tercero descubro a un autor capaz de rozar las zonas más oscuras de nuestro proceder”.
Agregó que el autor, de quien elogia “la altura de sus cuentos memorables”, nos rasguña con sus relatos, “no quiere nuestra indiferencia, como tampoco la resisten sus personajes”.
Lo compara con Joyce
“Carlos Martín Briceño ha sido un leal cultivador del cuento: Chéjov, el Joyce de ‘Dublineses’ y Carver le andan por las venas… sus personajes, como los personajes de los cuentos carverianos, parecen que lo tienen todo pero se ahogan en los suburbios donde nada pasa y la vida es más interesante espiando los clósets del vecino y poniéndose su ropa”.
También comparó el cuento “Dios los cría” de Martín Briceño, “que estremece al lector”, con “La cigarra” de Chéjov, y citó esa frase de Hemingway de que “toda maldad siempre deriva de un acto inocente”, diciendo que los cuentos del yucateco parecen recordárnoslo.
Marcial Fernández, moderador y editor de “Montezuma’s Revenge y otros deleites” junto con el Ayuntamiento de Mérida, dijo que le gustaría trabajar con todos los coeditores como trabajó con Irving Berlín, antes de presentar al director de Cultura de la Comuna.
Heredero
Como introducción, Berlín Villafaña declaró que Carlos Martín pertenece a una generación heredera de los escritores recientemente fallecidos, como José Emilio Pacheco y Emmanuel Carballo, “que nos dejaron una obligación… Es un hecho muy feliz que escritores jóvenes estén tomando esa estafeta con el rigor, cariño, oficio y profesionalismo de Carlos”.
“No es difícil percibir los méritos que los jurados encontraron para premiar su prosa (con el Premio Internacional Max Aub 2012, precisamente por el cuento ‘Montezuma’s Revenge’), pero más que los premios el escritor debe sentirse satisfecho de escribir cuentos que involucran y atrapan al lector, que no lo va abandonar al tercer párrafo”.
Otra virtud del autor, destacó, es que sólo la experiencia de la vida o la intuición pueden darle a un escritor la destreza para mantener la congruencia psicológica de sus personajes, “Carlos Martín parece poseer ambas, se necesita además tener el don de la seducción, malicia, talento para llamar judío loco al Niño Jesús o declarar que lo difícil no es matar, sino deshacerse del muerto”.
“Desde el título, este libro de Carlos Martín Briceño me pareció una promesa, son diez cuentos escritos con una pluma precisa. Su narrativa revela a un narrador consumado que encuentra en lo cotidiano su materia prima. Sus espacios no son mágicos, tampoco guaridas de narcos… son la casa de la vecina, las calles de la ciudad, la clínica clandestina, la playa, las carreteras vacías. En sus desenlaces hay cinismo, muerte, ternura, moral comprada…”.
“Sus personajes son niños fastidiosos, esposas recatadas, suegros convencionales, industriales y políticos corruptos, hombres calientes”.
El autor defendió sus personajes diciendo que ninguna persona es totalmente mala o buena, “siempre he pensado que la gente es capaz de matar, de seducir… si las circunstancias o condiciones son oportunas o precisas para eso, lo que sucede es que los seres humanos normalmente no andamos matando gente porque tenemos una fuerte carga moral y religiosa que nos lo impide”.
La literatura en su caso, dijo, le sirve para exorcisar de su mente los demonios de todo lo que cree que la gente puede o quisiera hacer. Son tan realistas, que una persona una vez le llamó para preguntarle cómo es que no estaba en la cárcel por el crimen que acababa de cometer.
“Los cuentos que escribo tienen su base en la realidad pero están aderezados de ficción, para que el lector se deleite. Ibsen decía que todo lo que escribía tenía que ver con él, con lo que escuchó, vivió o quería hacer, y creo que ésa es la magia de un texto que puede atrapar, porque el lector puede decir ‘a mí me hubiera gustado hacer eso’”. Su lucha, su deseo, concluyó Carlos Martín, es que el lector no lo abandone, sino que se lleve su libro al baño o se aguante las ganas de ir, que luego se le queden rebotando las historias del personaje y que incluso tenga pesadillas o sueños con alguno de ellos. “Si eso pasa, habré cumplido mi cometido”.