Nació en Mérida, Yucatán, en 1966. Narrador. Obtuvo el Premio Nacional de cuento Beatriz Espejo (2003), el Premio Nacional de cuento de la Universidad Autónoma de Yucatán (2004) y el Premio Internacional de cuentos Max Aub (2012). También obtuvo Menciones de Honor en el Concurso Nacional de relatos Carmen Báez (1999) y en el Premio Nacional de cuento San Luis Potosí (2008). Ha publicado los libros de cuentos Después del aguacero (La Tinta de Alcatraz, Toluca 2000); Al final de la vigilia (Editorial Dante, Mérida 2003-SEP Libros del Rincón, México DF 2006); Los mártires del Freeway y otras historias (Ficticia Editorial, México DF 2006 y 2008), Caída libre (Ficticia Editorial, México DF 2010) y Montezuma´s Revenge y otros deleites (Ficticia Editorial, México DF 2014)
Cuentos y artículos suyos han sido incluidos en numerosas revistas mexicanas y extranjeras, y en las antologías El espejo de Beatriz (Ficticia Editorial, México DF 2008); Prohibido fumar (Editorial Lectorum, México DF 2008); Un nudo en la garganta. Quince cuentos canallas (Trama Editorial, Madrid 2009); Estación Central BIS (Ficticia Editorial, México DF 2009).
Su libro, Al final de la vigilia, fue seleccionado en el 2006 por la Secretaría de Educación Pública para formar parte de las bibliotecas de aula del programa oficial Libros del Rincón en los cursos de tercer año de educación secundaria.
Actualmente imparte talleres de narrativa en su ciudad natal.
1) Tradabordo. ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
Carlos Martín Briceño. Soy un escritor tardío. Mi primer libro de cuentos -Al final de la vigilia (2002)-, lo publiqué a mis 35 años. Han pasado doce años y 3 libros más desde entonces y estoy consciente de ya no podría vivir sin escribir. Eso no quiere decir que durante mi adolescencia y juventud no lo hubiera intentado. Lo que sucede es que no fue sino hasta que encontré un taller literario serio (el de Agustín Monsreal) que caí en la cuenta de que yo tenía habilidades y lecturas suficientes para dedicarme a las letras. Como muchos de mis colegas fue el amor a la lectura me llevó a escribir. Cuando terminaba de leer un buen libro y me quedaba reflexionando sobre el mismo, invariablemente cruzaba por mi mente la idea de cuánto me gustaría poder narrar historias capaces de producir en otros lectores las misma sensación de asombro que yo vivía en ese momento.
2) T. ¿Qué clase de lector es?
C. M. B. Soy un lector voraz y selectivo. Leo, en promedio, un libro a la semana. Prefiero la narrativa a la poesía y el ensayo, pero nunca he dejado de leer estos dos últimos géneros. Generalmente compro más libros de los que puedo leer y prefiero el libro de papel al electrónico. Me gusta sentir el olor a tinta de los libros nuevos y gozo enormemente esa sensación fugaz de pasar las páginas por mis dedos. Leo a todas horas y cada vez que puedo: en la cola del teatro, a la espera de una cita, antes de que empiece alguna película, incluso mientras dura la luz roja, frente al semáforo, en el coche, o durante algún embotellamiento. Me gusta alternar a los clásicos con la literatura contemporánea.
3) T. ¿Cuáles han sido sus principales fuentes de inspiración llegado el momento de escribir – ya sean del campo literario u otros?
C. M. B. Mi pasión por la literatura me viene desde la niñez, gracias a los Reyes Magos que solían dejarme debajo de la hamaca historias de Salgari, Stevenson, Mark Twain, Dickens, May Alcott, Julio Verne y Conan Doyle en lugar de juguetes Lili Ledy. No olvido el Drácula de Bram Stoker-en versión completa de editorial Novaro- que aún conservo y que leyera a los diez años y me obligara a dormir con un crucifijo entre las manos durante varias semanas. El cine, por otra parte, también ha sido un elemento esencial en mi formación literaria. No fueron pocas las ocasiones que en los años setenta entré al cine a mirar películas con clasificación para adultos siendo todavía un preadolescente: Si alguien me preguntara a quienes considero mis maestros y la razón por la que se ganaron el título, hablaría de algunos que no saben que lo son, ni se enterarán nunca: Edgar Allan Poe, por su descarnada visión de horror; Chéjov, por la perfecta descripción de sus personajes; Horacio Quiroga, por esa misteriosa exaltación de la naturaleza; Kafka, quien me enseñó que algún día todos vamos a correr la suerte de Gregorio Samsa; Borges, por sus universos paralelos; Bioy Casares, por su aristocrática fantasía literaria; Arreola y Rulfo, (los Juanes, pues), por esa mexicanísima universalidad de sus letras; Cortázar, García Márquez, Sábato, Carpentier, Onetti y Vargas Llosa, por haberle demostrado a Europa que Latinoamérica también existe.
4) T. Cuando escribe, ¿piensa en el « lector », si así fuera, quién / cómo / dónde está?
C. M. B. Pienso en el lector como alguien dispuesto a involucrarse o no en mis historias y que puede estar en cualquier parte del mundo. Me preocupo por escribir relatos lo suficientemente atractivos como para que ese lector desconocido no me abandone al tercer párrafo. Siempre he pensado que la buena literatura es la que establece un diálogo constante entre el escritor y sus lectores. El escritor serio tiene la responsabilidad de mantener esa comunión con sus lectores con cada nueva entrega.
5) T. Cuando está falto de inspiración, ¿dónde o cómo la encuentra de nuevo?
C. M. B. Decía Julio Cortázar que en literatura no hay temas buenos ni malos, todo depende de quién y cómo los trata. Por lo general los temas de mis relatos se generan por un instante vivido, un recuerdo rescatado, una escena significativa que se me queda rebotando en la cabeza. La mayor parte de mis cuentos tienen que ver algo con mi vida. Por lo general son situaciones reales aderezadas de ficción. Ocurre también que cuando acabo de terminar un gran libro, esa combinación de envidia y admiración que siento por el autor me mueve a sentarme ante la computadora. Recién me ocurrió, por ejemplo, con la novela “Antigua luz” de John Banville. En una suerte de homenaje a esa historia de iniciación sexual escribí “Quizás, quizás”, un texto de fuerte carga erótica que aparece en “Montezuma’s Revenge y otros deleites”, mi cuentario más reciente. Por otra parte, sostengo que en literatura lo importante no es tanto lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.
6) T. ¿Nos puede hablar un poco del cuento traducido aquí?
C. M. B. “Donde camina la nostalgia” surge de un recuerdo de mi infancia. Yo crecí en el antiguo barrio de Santiago de la ciudad de Mérida, una ciudad colonial cuyo centro histórico conserva añejas casonas. Muchas de ellas hoy están siendo remozadas y ocupadas por extranjeros jubilados, la mayor parte de ellos canadienses y norteamericanos, que vienen al sureste de México en pos de una mejor calidad de vida (gracias a sus dólares) y en busca de nuestro invencible sol. Sin embargo, en mi infancia algunas de esas casonas estaban habitadas por personajes pintorescos que las habían heredado de sus antepasados. La mujer de mi cuento es un ejemplo. Ella existió, estaba totalmente orate y solía sacar a diario sus maletas a la acera esperando que alguien pasara por ella para irse de viaje. Un buen día desapareció y la casa quedó cerrada para siempre. Nunca le dirigí la palabra a aquella señora, mi madre me lo tenía prohibido terminantemente, pero en mi cerebro de niño nunca me abandonó la imagen desoladora de aquella solitaria anciana decrépita.
7) T. ¿Qué impresión le causa saber que su cuento está siendo traducido?
C. M. B. Estoy verdaderamente agradecido. Me enorgullece que lectores de otras latitudes, en otra lengua, puedan interesarse por lo que escribo. Sobre todo en francés, que es un idioma que hablo con cierta fluidez y que me fue enseñado por una mujer a la que quise mucho y a la cual le dediqué el cuento “Entre chien et loup”, que aparece en mi libro “Los mártires del freeeway y otras historias”.
8) T. ¿Qué opinión le merecen las nuevas tecnologías en lo que a literario se refiere?
C. M. B. Todas las tecnologías son bienvenidas. Si el libro electrónico va a hacer que más gente lea, aplaudible. Si el Facebook va a ser utilizado para acercar más a la gente que ama a la literatura, enhorabuena. Si los blogs van a provocar que otras personas conozcan lo que se escribe alrededor del mundo, perfecto. Lo que no apruebo es la sustitución de la verdadera literatura por el facilismo de la internet o la futilidad de las tecnologías de moda. Me explico: ¿Cómo es posible que un texto o serie de textos escritos por un “twitero” puedan considerarse joyas literarias? ¿Podrían imaginarse a Marcel Proust o a James Joyce escribiendo su obra de esta manera?
9) T. ¿Si estuviera en el lugar de Rilke, qué consejos le daría a un « joven poeta / escritor »?
C. M. B. En primer lugar, cualquier aspirante a escritor debe de profesar un intenso amor por la lectura. No existe ya ningún artista naif, mucho menos en literatura. Hay que “contaminarse” de todos los grandes, dedicar horas y más horas a la lectura. En segundo lugar, recomiendo que acudan, aunque sea por curiosidad, a un buen taller literario. Allí podrán constatar que existe técnica para perfeccionar el camino. Podrán tomar y abrevar de otros lo que consideren valioso para generar su propio estilo. Y en tercer lugar, recomiendo que
trabajen mucho. La literatura, como cualquiera de las bellas artes, requiere trabajo y más trabajo: horas de concentración, de revisión, de análisis y confrontación. El cuento, por ejemplo, es de una precisión enfermiza. Hay que escribirlo, leerlo, releerlo, leerlo a otros, corregirlo, aumentarlo y cortarlo. Todo a la vez. Sólo de esta manera es posible generar textos de calidad capaces de seducir a los lectores.