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El mundo de lo apagado, o la sordidez de lo impróvido

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Hace diez años, cuando aún no se vislumbraba el nacimiento de las primeras escuelas de letras en el sureste del país, comenzó Carmen Simón a gestar las intenciones que la han llevado a convertirse en  una sólida escritora, dueña de un estilo propio y a la que no le preocupa demasiado desnudar sus sentimientos para  transformarlos en literatura.

Lo sé, me consta, porque  junto con ella, formé parte del taller que Agustín Monsreal impartía en la ciudad de Mérida, mes a mes, y del cual surgiría una prolífica generación de narradores peninsulares.

La aventura de mostrar el primer texto, la emoción de la primera publicación, las largas disertaciones en torno a un autor. Fue un tiempo en donde todo lo que importaba era el ejercicio vigoroso del oficio narrativo. Un tiempo que se mira lejano,  pero que al cabo, habría de proporcionarnos los elementos necesarios para tomar en serio a las letras.

Pues bien, he aquí que tengo la fortuna de presentar  ahora este libro. Una colección de cuentos, la segunda de la autora, que permite acercarnos plenamente al estilo narrativo de Carmen Simón.

Dice el Gran Cronopio, Julio Cortázar, que todo cuento breve plenamente logrado, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas o alucinaciones neutralizadas mediante la objetivación y el traslado a un medio exterior al terreno neurótico.

De acuerdo con la lógica del creador de La noche boca arriba, los diez cuentos que integran El mundo de lo apagado son una puerta abierta para descubrir la psique de esta trashumante que, fortuitamente nacida en el DF, ha vivido cosmopolita en varias ciudades del mundo, acorde con su ascendencia libanesa y española, y que privilegia la primera persona en la mayoría de sus historias, porque prefiere, dicho por ella misma, escribir con el alma, antes que con la técnica.

El hilo conductor de los relatos es, sin duda, el sentimiento de agobio, de sopor, de abandono que invade de repente a los personajes. Hay algo en el ambiente que quiebra a los individuos, que les impide levantarse de la cama, moverse para cruzar una avenida o simplemente jalar aire para librarse de la asfixia. Algo que se asemeja al vaho del café hirviente que Carmen describe  tan entrañablemente.

Tiempo de perros es muy probablemente el relato más redondo del conjunto. Un texto interesante a cada línea y por el universo doble que va describiendo: el de la soledad del desierto y el de la sordidez de lo imprevisto. Un mundo aislado, el de los ranchos alejados de la ciudad, en donde una celebración puede convertirse en tragedia. El desenlace deja una sensación extraña, originada en ese sentimiento en donde todo pudo haber ocurrido.

En Posada acueducto, Atrás del escenario y El mundo de lo apagado da la impresión que los personajes se resisten a seguir su rutina en este mundo, y que añoran volver a la placidez del útero materno, allí donde todo es silencio. La cama como evocación de la felicidad. ¿Por qué será que a Carmen le obsesionan tanto los cuartos cerrados, las cortinas corridas y las colchas abultadas? ¿Acaso es una metáfora existencial a favor de la soledad en oposición a lo vivo?

La tónica en La rampa, Cleo y Cuestión de clases es diferente. Hay algo en este trío que, pese a lo terrible de la situación, que los hace divertidos. No es fácil encontrarle divertimentos a la muerte, pero Carmen lo hace con tal delicadeza que no nos queda otro remedio que quitarnos el sombrero.

Dejo para el final un elogio a Carmen en su labor como tallerista. Con una mezcla de trabajo constante y vocación magisterial, Carmen ha logrado que su taller de cuento -que funciona tanto de manera virtual como presencial – se convierta en una referencia indispensable de la narrativa que se hace actualmente en el Bajío. No era para menos, Carmen tuvo la oportunidad de formarse en el taller del uruguayo Mario Levrero, uno de los grandes narradores sudamericanos del siglo pasado.

Quien se adentre en el mundo de Carmen Simón no va a arrepentirse; la  literatura, a fin de cuentas, como el buen cine, muchas veces es mejor que la vida.

Contáctame: cmartinbri@hotmail.com


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