Desiderio Grajales es un policía judicial mexicano que estudió derecho y luego criminología en Los Ángeles. Advertido por su comandante de que en México los «asesinatos se descubren en las cantinas, repartiendo madrazos y no con análisis pendejos», a Grajales le es asignado el caso de «los muertos de los atrios». Un asesino serial de homosexuales anda suelto y Desiderio Grajales, al descubrir la realidad del multihomicida, no hace sino ver la suya, desnuda y sin caretas.
Así va presentando los sucesos Carlos Martín Briceño en «Los mártires del freeway», una pequeña novela policíaca, acompañada de 13 cuentos, que circula bajo el nombre de Los mártires del freeway y otras historias (Ficticia / Instituto de Cultura de Yucatán). En esta obra, el autor yucateco nacido en 1966, en Mérida, ahonda en la geografía del deseo, sus placeres, insatisfacciones, culpas, alivios, actitudes psicóticas y soledades.
Lector de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle, Carlos Martín Briceño reconoce que el relato policíaco no es sencillo de escribir, pues, dice, tiene sus reglas que deben respetarse.
-Chesterton decía que el cuento policiaco no es más que un juego, pero un juego donde el lector no juega contra el criminal sino contra el autor. El lector es el que lucha contra el autor para descubrir primero quién es el asesino.
-El propio Desiderio, el policía judicial de «Los mártires del freeway», es un lector de Agatha Christie.
-Sí, es un lector obsesivo de novelas policíacas. Lee un poco lo que yo leía de adolescente.
-Por momentos, con «Los mártires del freeway» no se sabe si se está leyendo un relato de ficción o los sucesos descritos en la nota roja.
-Hace cosa de cuatro o cinco años en Mérida hubo una serie de asesinatos de prostitutos. Fueron varios casos en los que alguien recogía a los prostitutos y terminaba siendo asesinado por ellos. Muchos de los que murieron eran gente respetable: un doctor, un ingeniero… Gente que tenía una doble vida y que murió en este juego de recoger a prostitutos. Así que en «Los mártires del freeway», aunque nunca menciono la ciudad, la historia transcurre en Mérida. Se trata de un asesino en serie que es descubierto por un policía que también está lleno de horrores internos.
-Incluso Desiderio reconoce en él ciertos gustos que se negaba a dar por ciertos.
-Sí, Desiderio sabe que haber descubierto al asesino significa, al mismo tiempo, terminar el proceso de su propio descubrimiento.
-En varios momentos la historia permite ver cómo la sociedad vive sumergida en una doble moral.
-Más allá del cuento policíaco, este libro me ha permitido narrar una ciudad, como muchas, con una doble moral. Una ciudad donde todo puede suceder cuando cae la noche. Nosotros seguimos pensando que en México muchas ciudades en los estados son muy tranquilas, como en varias partes de Europa, pero no, aquí hay una violencia soterrada. Por eso el cuento policiaco es difícil, porque la realidad ha superado a la ficción, especialmente en México. Recuerdo el caso de un hombre que raptó a un niño de seis meses, lo llevó a un motel, lo violó, lo torturó y lo quemó. Cuando le preguntaron, después de atraparlo, por qué lo había hecho, simplemente dijo: «Por- que se me antojó.» Eso es casi insuperable en un relato de ficción.
-Uno de los personajes de su novela sufre abuso sexual por parte del padre. Se refugia en la iglesia para tratar de escapar de los ataques de su progenitor. Sin embargo, ahí padece de la misma clase de abusos de los que pretendía huir.
-Ahí está el caso del padre Marcial Maciel, que tuvo la desfachatez de querer ser canonizado, o el más reciente en el que está involucrado el cardenal. No es ficción. Es pura realidad. La iglesia sigue empecinada en defender a todos estos sacerdotes que, lejos de aceptar su culpa, la justifican y hacen como el avestruz: ocultan la cabeza bajo la tierra para simular que no ha sucedido nada.
-¿Qué tan cerca está Desiderio de ser un héroe? Él piensa eso de sí mismo.
-Nunca ha sido un héroe. Es más bien un fracasado lleno de demonios internos, de dudas. Lo sabe. Pero cree que descubriendo al asesino podrá liberarse de todo lo que lo ha atormentado en su vida. Y sucede, como hemos dicho, todo lo contrario.
-Tal vez no puede ser un héroe porque la forma de hacer justicia en México no lo permite.
-La noveleta lo dice: el 75 por ciento de los judiciales ha robado o ha asesinado. La mayoría de los grandes delitos en México son cometidos por gente que está o ha sido parte de la policía. ¿En manos de quién estamos? La policía judicial es una escuela de gamberros. Por eso cuando la gente tiene un problema no denuncia. Sabe que le saldrá el tiro por la culata. Y eso no lo acabará ni el PAN, ni el PRI, ni el PRD.
-¿Qué le deja, como autor, esta incursión en el relato policiaco?
-Me deja la certeza de que la novela policíaca no ha muerto y nunca va a morir. A la gente le gusta que le cuenten cosas y, conforme va avanzando el relato, le gusta descubrir al asesino. A la gente le gusta jugar a ser detective. Se sale de su realidad y se mete en el texto. Si ahora mismo yo te digo: «Mira, Juan José, hay un tesoro en tal lugar y aquí están las indicaciones para llegar a él», aunque sepas que es mentira seguro irás a buscarlo porque tu curiosidad es mayor. Eso es la novela policíaca: la gente va en pos de un descubrimiento final. Por eso Agatha Christie sigue vendiendo tanto a pesar de que, aunque hay algunos buenos, la mayoría de sus libros son malísimos.
-¿Ha encontrado cierta característica común en varios detectives de novela policíaca?
-Justo pensaba en ello hace unos días. La mayoría de los detectives de novelas y cuentos policíacos son personajes solitarios, sin familia, están atormentados por algo, están obsesionados por descubrir cosas, son personajes que no tienen su sexualidad completamente definida: no saben si les gustan los hombres, las mujeres o los trenes. Nunca aparecen con nadie. La característica del detective de novela policíaca es que su vida va centrada en el descubrimiento del asesino. Todo lo demás no le importa.
-¿Son la realidad y el erotismo el eje que guía los 14 textos del libro?
-Sí. Con este libro trato de demostrar que el erotismo sigue moviendo al mundo. Porque detrás de situaciones aparentemente normales, con familias aparentemente normales, siempre hay deseos soterrados que nadie se atreve a soltar.
Texto publicado en el periódico El Financiero el 5 de enero de 2007