El instrumento de Dios
Para mi hermano Enrique —¿Qué es lo que me trae aquí? —preguntó la vieja por segunda vez. —Una buena pieza…; una pitillera…de plata…véala. Fiodor Dostoyevski Una vez que termina, guarda el formón chorreante en el maletín de cuero, sale de la casa cerrando tras de sí la puerta. La calle está vacía; es una de esas tardes de verano en que el calor quema con fuerza y obliga a todos a buscar refugio en sus hogares. Ya casi es la hora del almuerzo. Avanza rápido, con la cabeza gacha; un zumbido ensordecedor llena sus oídos; el trayecto le parece interminable, trata de no pisar las líneas divisorias que decoran la acera de concreto, como si actuara para un público