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Los motivos de Angélica

Cuando mi padre decidió construir su casa en el norte de la ciudad, lo primero que hizo fue buscar  el apoyo de un ingeniero civil. Nunca pasó por su mente preguntar por un arquitecto. Corrían los años setenta y en aquel entonces la mayoría de los meridanos consideraba una pérdida de dinero contratar los servicios de estos profesionales. Los arquitectos, decía mi padre, solo sirven para incrementar los costos.

En cierto sentido era entendible que la nueva clase media de una ciudad que comenzaba a equipararse a las grandes urbes de la nación, desconociera la labor de estos profesionistas. No había en Mérida más que una escuela de arquitectura recién fundada (enla entonces Universidadde Yucatán) y pocos se animaban a pagar por algo tan intangible como lo es el diseño.

Pero conforme pasó el tiempo las cosas cambiaron. La ciudad creció y comenzó a modernizarse, llegó gente de fuera, se abrieron otras universidades, las nuevas generaciones entendieron que el diseño arquitectónico no es un capricho, sino una necesidad. Poco a poco, los meridanos entendieron, como decía Le Corbusier, que la arquitectura es arte en su sentido más elevado.

De igual manera, fue esta época cuando, en algunas regiones del mundo, gobernantes visionarios se dieron cuenta que al construir obra pública no bastaba nada más con resolver los problemas funcionales más básicos de la ciudad, sino que era preciso dar respuesta a problemas culturales, económicos y sociales.

30 años después, la arquitectura, como cualquier otra profesión, ha evolucionado. Ahora se aboga por una arquitectura sustentable donde las obras se conciben y funcionan de acuerdo a las condicionantes y posibilidades ambientales del lugar (clima, valores ecológicos), sus habitantes y modos de vida.

Por eso extraña que la alcaldesa de nuestra ciudad, arquitecta egresada de la Facultad dela Universidad Autónomade Yucatán, haya borrado de su memoria los principios básicos de su carrera y se empeñe en pregonar, a voz en cuello que, con la construcción del  túnel en la Prolongación del paseo de Montejo, “Mérida se ubicará, por fin, como una ciudad de vanguardia”.

¿Será que a fuerza de repetir y aprenderse los preceptos arquitectónicos  los olvidó por completo?

El discurso del Ayuntamiento está, por lo menos, cuarenta años atrasado. Afirmar que con esta obra “se están emprendiendo acciones puntuarles para darle una nueva ingeniería vial a Mérida”, equivale, por ejemplo, a remontarse al pasado y aplaudir la construcción de los no menos polémicos ejes viales en el Distrito Federal.

Los Ejes Viales –hace ya más de tres décadas – implicaron la demolición total o parcial de miles de viviendas, casas y edificios, así como la reubicación o el retiro de parques y camellones arbolados enla capital. Paraabrir paso al automóvil como el gran protagonista del espacio urbano, se afectó al patrimonio de incontables familias y se transformó la imagen de muchísimas colonias tradicionales.

¿Es esto lo que el Ayuntamiento pretende hacer con nuestra ciudad? ¿Convertirla en una urbe rendida ante el dominio del automóvil? ¿Así lo consignará el famoso Plan de reordenamiento vial que aún no ha sido públicamente presentado?

Son muchas ya las voces de especialistas en urbanización que, con argumentos sólidos, han manifestado su rechazo a este proyecto que atenta contra la ecología, la estética urbana y el patrimonio histórico de la ciudad. ¿Qué más necesita la alcaldesa para dar marcha atrás a este sinsentido? ¿Una gran manifestación donde alguien se inmole frente al Palacio Municipal? Pretender que con la construcción de un túnel subterráneo en plena Prolongación Paseo de Montejo la capital yucateca se convertirá automáticamente en una ciudad “modernista y de vanguardia”, equivale a atentar, no solo contra la integridad de la ciudad, sino contra la inteligencia de los meridanos.

Mi padre, ahora que lo pienso, no estaba del todo equivocado. Los arquitectos, cuando no han sido capaces de asimilar la naturaleza de su profesión, solo sirven para incrementar costos. Y peor aún: cuando se encuentran en un puesto de elección popular,  para realizar proyectos urbanos inútiles.

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