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La caída libre de Carlos Martín Briceño. Cuentos donde las poderosas son las damas.

Entrevista: Juan José Flores Nava

El autor escucha con frecuencia, y lo sabe de cierto, que aquí, en Mérida, no pasa nada. Entonces, de qué escribir, le reprochan colegas escritores a Carlos Martín Briceño. Si, como reconoce el propio Carlos, mientras pasea acá en el bello centro histórico de la ciudad o mientras degusta con toda calma una nieve en la heladería Colón, en Chihuahua o Sinaloa o Tamaulipas están siendo asesinadas, e incluso en lugares públicos y a plena luz del día, decenas de personas.  ¿De qué escribir si no pasa nada?, le dicen, ¿de qué escribir, si las editoriales mueren por cualquier cosa, incluso mamotretos, que huela, sepa o hable de narco, balas, sangre? De la condición humana, responde él. De un tema, por ejemplo, que nunca tendrá fin, con o sin narcos; las relaciones de pareja y su lucha de poderes.

En su tercer libro de cuentos: Caída libre (Ficticia, 2010), Carlos Martín Briceño, devela el otro lado del cuadro: si bien en sus libros anteriores lo que podía verse era el poder y el dominio masculino sobre la mujer, ahora la mayoría de los relatos  muestran el poder y el dominio que es capaz ejercer una mujer sobre un hombre, especialmente cuando sabe que él está perdido por ella, cuando sabe que hay una dependencia sexual y psicológica.

-Claro, como bien lo señalas –dice-, en el libro anterior aparentemente los poderosos eran los hombres. En caída libre la poderosa es la mujer.

-Ahí está, por ejemplo, el relato de la escritora madura que manipula al escritor joven.

-Es una alegoría de las que suceden en los talleres literarios con escritores de ambos sexos, cómo una escritora famosa se aprovecha del joven que está queriendo ascender; pero éste, el joven, no se queda atrás pues es un ladino, un mezquino, un trepador que hace todo lo posible por tener un nombre en la República de las Letras. Al final, como ya sabes, vence el poder de la mujer entronada.

Pero también puede uno pensar en el texto que habla de dos intelectuales, el hombre más joven que la mujer, en el que no se sabe al final quién venció a quién: si el hombre al poseerla físicamente o a la mujer al mantenerlo psicológicamente atado a ella. La típica relación de pareja.

-Los seres humanos insistimos –dice Carlos Martín Briceño- en vivir en pareja. Pero tal vez no estamos preparados para ello. A lo mejor deberíamos vivir como los delfines, pingüinos o los leones: largos períodos con una pareja y luego terminar de la mejor manera para comenzar con otra. Los animales pueden hacerlo. Pero los seres humanos no. Y no por cuestiones emocionales, sino básicamente por cuestiones materiales o físicas: qué se hace con la casa, con los hijos, con los perros, con los libros, con el coche… Los bienes materiales y físicos nos unen. Por eso no se pueden terminar las cosas de manera sencilla. Yo creo que allí, en lo material y lo físico, radica la verdadera razón de que el ser humano insista en vivir en pareja y, por lo tanto, en tratar de hacerlo de la mejor manera.

-Es un libro, Caída libre, donde la soledad está presente.  Nada menos el texto con el que cierra, que es éste mismo, habla de un hombre que no puede superar el divorcio.

-Es que si  bien nos cuesta mucho en vivir en pareja, también la soledad es terrible. Mucha gente dice: <<Amo la soledad.>> Pero no es cierto. Sí, la puedes amar un rato, pero no por siempre.

Caída libre es un texto en el que, como dices, un hombre está en una depresión terrible, solo y abandonado, por su divorcio reciente. Siempre pensamos que el hombre no sufre en un divorcio, que tras separarse de la mujer va a salir a pasear y va a ligarse a nuevas mujeres, que andará de fiesta. Por el contrario, creemos que es la mujer la que sufre y se encierra en sí misma. Pero no, en los asuntos del divorcio no hay nada escrito, como no sea que uno siempre va a sufrir más que otro. Por eso ahora me ocupo de la figura masculina. Un hombre que no asimila la ruptura de su última relación y, por lo tanto, ya no puede estar con nadie. Así que al final da un vuelco sobre su sexualidad.

-En su tercer libro de cuentos. Todos publicados en Ficticia. ¿Qué lecciones como escritor ha asimilado en todo ese tiempo?

-Para empezar he notado que el cuento tiene su propia vida. Que los lectores del cuento son muy fieles, pues no son muchos. En México hay mucho más lectores de novela. Sigo pensando que el cuento es más difícil que la novela. Porque uno nunca termina de lidiar con el cuento. Y, por último, he aprendido a no desesperarme tanto. Este libro sale cuatro años después del anterior. Hace diez años, por ejemplo, estaba ansioso por publicar. Me enojaba conmigo mismo porque nadie me conocía y me resultaba inimaginable hacer una carrera literaria. Veía sólo frustraciones y obstáculos. Luego aprendí que si uno se desespera por publicar lo que seguro saldrá serán libros malos, en cambio, si uno sabe ser paciente, las cosas pueden salir mejor.

-¿Qué significa, para usted, escribir desde Mérida?

-Es una ciudad hermosísima para vivir. Muy tranquila. Nos suenan tan lejos los asesinatos del norte. Eso me da mucha tristeza porque soy mexicano. Vivir en Mérida, entonces, hace que por ejemplo mis relatos no hablen de narcos, tan de moda ahora entre los escritores mexicanos. Mi circunstancia sigue siendo la naturaleza interior de la pareja, del hombre, de la mujer. Circunstancia que nunca va a dejar de estar en boga. Vivir en Mérida, es estar alejado de eso que se llama la República de las Letras. Siempre se dice que en el sur, no pasa nada. Que como estamos viviendo una vida tranquila, no podemos escribir una literatura profunda o de calidad. Esta es una falacia. Porque al final, la literatura habla de la vida: la literatura no es el qué tratas, sino cómo lo tratas.

Referencia: Periódico El Financiero, sección de cultura; viernes 13 de agosto de 2010; México, D.F.

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